El Ayuntamiento de Zaragoza convocó un concurso para elegir director artístico del Auditorio y ha acabado dando la nota. ¡Y qué desafinada! Si la música requiere de una armonía para seguir el esquema de una partitura, el jurado de un concurso público debe estar libre de intereses para decidir con equidad y justicia. No ha sido el caso, y los aspirantes (al menos los 13 que salieron de la primera criba) presentaron sus proyectos sin saber que el jurado iba a estar presidido por el mayor proveedor privado de la programación del Auditorio que, a su vez, es el director de la orquesta más mimada de esta institución, la Orquesta de Cadamés, como se la conoce en el ámbito melómano zaragozano. Los primeros eliminados atesoran acreditada trayectoria y experiencia en la gestión y organización en programación musical y escénica, como exigían las bases, pero no pasaron el listón. Curioso, ¿no? La razón, probablemente, es porque no ofrecían una «visión innovadora para el diseño y gestión de actividades». Y digo yo que qué criterio innovador tiene la directora del Auditori de Lérida cuyo pilar de programación son las orquestas de Barcelona, la de las Terras de Lleida, la del Ponent y la Banda local. Sobreactuaba Rivarés cuando vendía una transparencia que no ha existido y frivoliza anunciando otro concurso. Todo ha sido un paripé que ha costado una pasta a los zaragozanos y ha humillado a candidatos de gran prestigio. Pero lo más doloroso es que el director artístico del Auditorio que, aunque jubilado, continuará como asesor, no haya impedido esta farsa.

*Periodista