Me pregunto qué pasa por su cabeza después de comprobar que no le han escuchado. Así que directamente se lo pregunto a su madre, Rachel. Axel lo lleva "bien", me contesta. "Nuestra preocupación es que le pueda afectar en los estudios, y a pesar de todo lo que está pasando saca muy buenas notas en los exámenes". Hace unas semanas contábamos en esta misma página que este niño valenciano de 12 años es noticia, aunque su caso no aparezca reflejado en las estadísticas oficiales que hablan de recuperación económica. Sufre una atrofia muscular degenerativa que le impide mover el cuerpo y le obliga a vivir pegado a una silla. Tiene reconocido un 75% de grado de dependencia, y por ese motivo desde el 3 de septiembre deberían haberle puesto en el instituto de Sueca (Valencia) una persona durante su horario escolar. Se trata de un educador que le ayude a ir al baño, abrir una puerta o, por ejemplo, sacar los libros de su mochila. Gestos sencillos pero que, sin ayuda de alguien, para Axel son imposibles.

Hace unas semanas, cuando hablé con su madre, me decía que esperaba que el ruido mediático acabara provocando que la Generalitat valenciana rectificara. No ha sido así. Y es peor. Cuando los periodistas llaman a los responsables, me dice Rachel, les responden que el tema está arreglado. Excusas. Aseguran que el retraso se debe a problemas de "burocracia". Pero la realidad es que el educador no llega. Axel tiene ahora asignada una persona de 8 a 11 de la mañana y el resto del tiempo queda sin asistencia. A partir de las 11 sigue necesitando ayuda. Pero solo se la pueden dar los profesores o sus compañeros, que ya han demostrado más empatía que quienes pueden y deben solucionar el problema. Algunas madres decían el otro día a la prensa a la puerta del centro escolar: "Nos puede pasar a cualquiera. Todos somos Axel". Empatía de nuevo. En algunos de los mensajes que intercambio con Rachel puedo casi intuir sus suspiros de indignación... "Qué ganas tenemos de que esto termine", escribe. La segunda parte del texto es terrible. Rachel me recuerda que para su hijo no hay dinero de esa caja negra que se acaba de descubrir en el Gobierno valenciano. Con ella, varios altos cargos pagaron mariscadas a domicilio, taxis y hasta horchata (más de 1.000 euros en la bebida tradicional valenciana). Esos pagos, dice la Generalitat valenciana al saltar el escándalo, son legales. Y que Axel tenga un educador, también. Desde luego, no es un capricho. Periodista