Viene siendo un lugar común, al comentar el deplorable estado en que se encuentran buena parte de las riberas urbanas del Ebro, decir que "Zaragoza ha vivido de espaldas al río". Se justificaba con esta expresión el abandono y degradación de sus orillas, únicamente aprovechadas por algunos desaprensivos como vertederos y escombreras.

Contra esta situación hace años que comenzaron a movilizarse numerosos vecinos, con los más ribereños de Vadorrey y la Almozara a la cabeza, reclamando la "recuperación integral de las riberas" o convertir al Ebro en "la calle Mayor de la ciudad". Como no podía ser de otra manera, sus propuestas recibieron el más amplio consenso ciudadano, siendo recogidas, desde hace ya varios procesos electorales, en los programas de todos los partidos, dando paso, en fin, al plan municipal para las riberas del Ebro, y a un par de actuaciones parciales al margen de dicho plan y de dudoso futuro, al menos una de ellas. En este contexto, por último, la posible celebración de la Expo, parece suponer el definitivo impulso para acometer el tan deseado Plan integral.

Así las cosas, la Federación de Barrios nos felicitamos hondamente de que se acerque el día en que veamos a nuestro río convertido en la "calle Mayor de Zaragoza". Hay, sin embargo, unas cuantas cuestiones que nos gustaría puntualizar. En primer lugar, y aunque sea sólo de paso, queremos señalar una vez más que el Plan del Ebro es una de las obras más prioritarias de la ciudad y que su desarrollo, por tanto, no debe supeditarse a la celebración de la Expo. Esperamos y confiamos que si al fin nuestra candidatura es rechazada, el Plan no quede postergado al baúl de los recuerdos y de nuevo demos la espalda al río.

Otra cuestión que nos preocupa es la del azud. La FABZ creemos firmemente que nuestro Ebro debe ser considerado como un "patrimonio histórico y natural". Y nos explicamos.

Paradójicamente, debido al abandono mencionado nos encontramos ahora con un río que no ha sufrido una intervención humana que le haya hecho perder sus valores naturales. No ha sufrido, como en tantos otros ríos urbanos, obras de ingeniería que lo hayan domeñado o canalizado y urbanizado sus riberas. Y eso es ahora lo que tenemos , ese es ahora nuestro atrimonio , pudiendo ser el único caso en Europa de un río que conserve su curso y sus riberas urbanas en relativo estado natural. Este es el valor actual de nuestras riberas, su originalidad frente a otros ríos canalizados por el cemento y privados de sus riberas naturales.

Por eso hoy, en el siglo XXI, cuando se habla de recuperación del río, no se piensa como en siglo XIX, de convertir al río en un canal o un estanque, sino de "conservar el espacio y la naturalidad propias del río". Naturalidad que consiste en ser un río mediterráneo, sometido a grandes avenidas y estiajes que producen a su vez el característico paisaje, flora y fauna de sus riberas. No es un canal, no es un estanque, es un río mediterráneo, es el Ebro.

Desde este punto de vista, consideramos el azud como una obra absolutamente prescindible, peligrosa y que choca frontalmente con la tan mentada sostenibilidad que pregona el lema de la Expo.

Se trata, para empezar, de una obra cuyos impactos ambientales y perjuicios no han sido suficientemente establecidos: Las aguas estancadas durante meses, la acumulación de lodos, la suciedad, la proliferación de mosquitos, malos olores... El notable peligro que el efecto tapón puede suponer frente a las crecidas (en una zona ya taponada por los puentes del tercer cinturón y el ferrocarril). Y no podemos olvidar el impacto sobre la capa freática de los barrios de Vadorrey, Jesús, La Jota, ya de por sí sometidos a continuas filtraciones cuya evitación, estas sí, debieran ser objetivo prioritario bajo criterios sostenibles.

Se trata, por otra parte, de una obra que no servirá para nada la mayor parte del año cuando las avenidas del río superen la cota establecida para el azud, y cuando los rigores del clima (o los mosquitos y la pestilencia) hagan imposible ese "uso lúdico y deportivo" al que pretende destinarse y que viene a ser el único argumento para su construcción.

Paupérrimo, por no decir demagógico argumento. Pues, ¿no llevamos toda la vida viendo practicar piragüismo aguas arriba del Puente de Piedra que ya actúa como un azud? ¿No está previsto en los proyectos de la Expo construir instalaciones para el mismo objetivo en el meandro Ranillas? Y, por último, ahí tienen, tenemos, desde hace siglos kilómetros de lámina de agua en el Canal Imperial sin que a la fecha lo surque una miserable barca.

¿Para qué, pues, acabar con un recurso natural, que forma parte de nuestras más íntima señas de identidad, cuando tenemos otros recursos exactamente para lo mismo?

Por todo esto esperamos que los responsables municipales recapaciten sobre esta obra tan costosa, inútil y de dudosa sostenibilidad cuyo importe debiera dedicarse a otros menesteres.

*Presidente de la FABZ y coordinador de la comisión de Medio Ambiente.