Los problemas del Real Zaragoza se pueden sintetizar de una manera muy gráfica, absolutamente descriptiva: si se lesiona Marcelo Silva, juega Bagnack. Si Bagnack comete dos errores groseros, por utilizar el lenguaje de su técnico, sale del once y entra Casado. Y así, en ese punto en el que las presuntas soluciones se confunden en realidad con los problemas, con los extremos tocándose de manera lúgubre, es por el punto kilométrico por el que atraviesa el equipo en este momento de la temporada. Ha bastado una lesión en un puesto tan sensible como el de central para que el efecto dominó fuera perverso y la dimensión de las equivocaciones en la elección de nombres para el fondo de armario de la plantilla se aprecie en toda su extensión. De Bagnack a Casado, guau.

Le penalizó en su momento a Milla, que cometió una colección de errores propios tan grande que llevaron los ajenos al segundo plano, y ayer le pasó factura a Agné, que tampoco estuvo bien, como siempre ocurre con un entrenador cuando a su equipo le sale un partido tan dudoso como el que le salió al Real Zaragoza ante el Reus. En la rueda de prensa posterior al encuentro, el entrenador lanzó la correspondiente plegaria para recuperar pronto a los futbolistas lesionados. La distancia entre los indiscutiblemente titulares y muchos de los suplentes es demasiado grande, abismal, un agujero negro por el que el equipo se desintegra.

Son las asuencias, pero ayer hubo más. Los defectos saltan todavía más a la vista si enfrente aparece un equipo de nombre pequeño pero de juego más grande que la media, con un bagaje largo detrás y capacidad para sacar la pelota jugada desde la defensa al medio y del medio hasta la zona de tres cuartos con bastante frescura. En nada será diciembre y en nada enero. Y con el mercado de nuevo abierto será imprescindible tapar los evidentes boquetes que hay en el fondo de la plantilla. Sin perros ni chuchos.