Si el presidente del Gobierno acude a Zaragoza, conmocionada todavía por las consecuencias de la riada y con ciudadanos e instalaciones afectados por la misma, la primera autoridad municipal debería estar de anfitrión para informarle de viva voz de cómo se vive y las repercusiones que tiene una crecida de estas dimensiones en una ciudad de 700.000 habitantes y los riesgos presentes y futuros que se corren, así como las medidas preventivas a estudiar. Y ayer, Juan Alberto Belloch no estuvo en ese encuentro. Y debería haber estado.