Entre el cielo y la tierra, en ese espacio intermedio, está el caos. Así lo veían los griegos antiguos, que lo entendían como una fuerza mística anterior a cualquier cosa, el estado primigenio del cosmos. Pues, estamos de suerte, en el momento idóneo para comenzar a construir una sociedad y un mundo mejor. Y se lo vamos a deber, a ese que últimamente ocupa tantos titulares de los periódicos nacionales y al que los suyos abandonan en bloque, repudian y exigen la dimisión, por su incapacitación para formar gobierno, para liderar un partido, para elegir una estrategia política coherente y capaz de sacar al país del inmovilismo y del ostracismo. Todos culpan a Pedro Sánchez, pero no es el único responsable del caos monumental que nos devora. Y es que como acertadamente apunta uno de los históricos del país, Alfonso Guerra, la élite política actual está lejos de su verdadero propósito, «hacer propuestas que ilusionen a los ciudadanos, llegar a una solución que permita que España cuente con un gobierno que afronte los graves problemas de la nación», y dejar de obsesionarse con ganar las elecciones a base de destruir «las posibilidades de los adversarios o a los adversarios en sí», utilizando argucias, acusaciones sin fundamente, denuncias por corrupción sin pruebas, que solo destruyen la democracia y uno de los derechos más sagrados de la historia de la civilización, anterior al voto, el derecho a la crítica y a la participación en la vida pública y política. Bendito sea el caos, aprovechémoslo y creemos el todo desde la nada. H

*Periodista y profesora de universidad