El pasado mes de agosto se recordaba la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial a través de una fotografía titulada: El beso. Setenta y un años han pasado desde que un marinero eufórico celebraba el fin de la guerra lanzándose a besar, en Times Square, a todas las mujeres que encontraba a su paso, y fue el fotógrafo y reportero gráfico Alfred Eisenstaedt el que capturó el beso más icónico de la historia de la fotografía de prensa.

Además no fue planificada sino espontánea. No fue así el otro beso, también famoso, fotografiado por Robert Doisneau, que viendo el éxito del anterior publicado en la revista Life Magazine, esta le encarga en 1950 a Doisneau que fotografíe besos en Paris, en este caso son actores que posan frente al ayuntamiento de la capital.

Verdadero o falso estos besos se me asemejan a la alternancia política de nuestro país. Los dos partidos mayoritarios se mueven entre compases sempiternos, entre verdades y mentiras. Si repasamos la actualidad y viendo las alternancias políticas que se distribuyen por la geografía española, poco o nada va cambiado. En este país se besa poco, ni siquiera el estilo Brézhnev y Honecker funciona en nuestra política porque lo de Iglesias y Doménech no fue real, fue más bien un beso Doisneau , pero menos estético. Sánchez y Rajoy no se ponen de acuerdo en cómo dárselo. Y Rivera ¿dónde lo ponemos?, los frívolos, esos que dan besos al que mejor pone la cara, tienen poco espacio en el beso a la española, esa que besa de verdad.

Habrá que echar mano a La Asamblea de las Mujeres, la de Aristófanes, seguro que lo arreglábamos echando virutas.

Pintora y profesora