Acabamos de recibir un bombardeo mediático con los buenos datos del empleo. El número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo a finales de diciembre ha sido de 3,41 millones de personas, tras un descenso de 290.193 desempleados en el conjunto del año; el nivel más bajo desde el 2009. La Seguridad Social gana 611.000 afiliados, la mayor subida en doce años. Aragón cerró el año con 9.223 parados menos (-11,54%) que en diciembre del 2016, tras ver reducido el desempleo en el último mes del 2017 en 281 personas (-0,40%). «Perfecto».

El diputado del PSOE Lamúa Estañol, el pasado 29 de noviembre en el Congreso de los Diputados a la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez le preguntó: ¿Qué resultados ha tenido su acuerdo de Gobierno con Ciudadanos en la reducción de la precariedad laboral? La respuesta es alucinante, esperpéntica y surrealista. A medida que la iba leyendo tuve que restregarme los ojos.

«Aunque nos quede mucho por hacer, es indudable que España avanza cada día con más y mejores empleos. Fíjese que en el año 2017 hemos alcanzado por primera vez en tiempo los 19 millones de ocupados en España, y también estamos teniendo cada día mejores empleos. Por eso, como señala la EPA del tercer trimestre, en el último año se firmaron más contratos indefinidos que temporales, hemos alcanzado el 75 % de asalariados con contratos estables y llevamos 45 meses consecutivos desde la recuperación con incrementos continuados de la contratación indefinida en España. Por tanto, más empleo estable y también más empleo a tiempo completo porque desde la recuperación todo el empleo creado en nuestro país es a tiempo completo…»

La situación laboral real la podemos constatar en nuestro contexto familiar y de amistades. Trabajos precarios, por horas, discontinuos y sueldos miserables. ¿En qué mundo vive la ministra? Pocos dirigentes políticos en nuestra historia han hecho tanto daño, a tantas personas y en menos tiempo. Es la responsable de una Reforma Laboral brutal, que ha colocado a los trabajadores españoles de rodillas ante el capital, al serles arrancados un conjunto de derechos socio-laborales, que pensábamos eran intocables. Dudo mucho que el ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente, se hubiera atrevido a tanto. Dice bien Josep Fontana «El modelo construido en Europa como fruto de siglo y medio de luchas sociales ha sido destruido. Ni siquiera el fascismo logró lo que ha conseguido el capitalismo». Eduardo Galeano, en el Texto leído en la sesión magistral de clausura de la VI Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, llevada a cabo del 6 al 9 de noviembre de 2012 en la Ciudad de México dijo: «Que una pregunta me ocupa y me preocupa como -estoy seguro- a todos ustedes: ¿los derechos de los trabajadores son ahora un tema para arqueólogos? ¿Sólo para arqueólogos? ¿Una memoria perdida de tiempos idos?

Nos hemos dejado manipular por el lenguaje economicista hasta tal punto, que no somos conscientes del riesgo y la trascendencia del uso de las palabras. Hablamos con total naturalidad del «mercado laboral», lo que supone considerar a los hombres como simples mercancías dispuestas a ser compradas y vendidas de acuerdo con la ley de la oferta y de la demanda, pero el ser humano no es una mercancía. Por ello, resultó premonitoria la advertencia de 1944 de Karl Polanyi en La gran transformación. Crítica del sistema liberal. Autor que en las dos últimas décadas ha logrado un justo y tardío reconocimiento, como uno de los más grandes pensadores del siglo XX. Nos dijo en lo que concierne al trabajo, la tierra, permitir que el mecanismo del mercado los dirija por su propia cuenta y decida la suerte de los seres humanos y de su medio natural, conduce necesariamente a la destrucción de la sociedad. Y esto es así porque la pretendida mercancía denominada «fuerza de trabajo» no puede ser zarandeada, utilizada sin ton ni son, o incluso ser inutilizada, sin que se vean inevitablemente afectados los individuos humanos portadores de esta mercancía peculiar. Desprovistos de la protectora cobertura institucional, los seres humanos perecerían, al ser abandonados en la sociedad: morirían convirtiéndose en víctimas de una desorganización social aguda.

Hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado. Esta sociedad mercado, en la que todo está en venta si hay beneficio, nos dice Polanyi no es el fin de la historia. En general, a todo avance indiscriminado del proceso de mercantilización de la vida social, de pretensión de desligar la economía del resto de la vida social, política o moral, ha surgido a lo largo de la historia un movimiento defensivo. La salida hoy no es fácil. Pero es posible. En realidad, es indispensable. Y es sobre todo cuestión de imaginación. El problema hoy no es el predominio del mercado, sino su capacidad de esterilización cultural. Polanyi de nuevo: «La creatividad institucional del hombre solo ha quedado en suspenso cuando se le ha permitido al mercado triturar el tejido humano hasta conferirle la monótona uniformidad de la superficie lunar». A pesar de todo, a finales del XIX se imaginaron el salario mínimo, el límite a la jornada laboral; en los años 30, formas de intervención pública para contrarrestar la recesión; y tras la II Guerra Mundial el Estado de bienestar. ¿Hoy imaginamos algo?.

*Profesor de instituto