Que la Facultad de Letras de Zaragoza se caiga a pedazos alegrará a quienes opinan que las filologías, las filosofías y las geografías son chorradas que no sirven para gran cosa. Y no digamos la historia. El otro día, se publicó aquí mismo un esclarecedor artículo de José Luis Corral sobre la exposición dedicada a Fernando II de Aragón. Salía al paso de las manipulaciones nacionalistas (centrífugas y centrípetas) de que son objeto personajes como el citado monarca, y ponía en tela de juicio el enfoque teórico y las intenciones políticas de los organizadores de la muestra (o sea, el Gobierno aragonés). Pues bien, apenas colgada tal colaboración en la edición digital del diario, un pobre diablo salió a comentarla negando los argumentos del autor, despreciando su conocimiento del tema y contratacando con los más falsos y zafios mitos nacionalcatólicos. Corral, además de prolífico y exitoso escritor, ejerce como catedrático de Historia en la universidad cesaraugustana y su especialidad es, precisamente, la Edad Media. Hay pocas personas en el mundo que alcancen su nivel de conocimientos sobre la vieja Corona de Aragón. Pero el imbécil que le replicaba se permitía el lujo de llamarle ignorante.

Ha pasado lo mismo con el debate sobre las inundaciones en la ribera del Ebro. Técnicos cualificados, profesores universitarios y reconocidos especialistas han sido desmentidos por personas que en el mejor de los casos estaban chocadas emocionalmente y en el peor solo respondían a una irrefrenable burricie, un absoluto desconocimiento de la hidrología. Son los ecos de la España negra, de la vieja España que (envuelta en sus harapos) desprecia cuanto ignora. Este es el país cuyo actual Gobierno ha yugulado con sádica y estúpida fruición el desarrollo de las energías renovables, único sector con futuro en el que éramos punteros a escala global.

El conocimiento es un pilar básico de la democracia. Tal vez por eso algunos se manifiestan ante él con tanto rencor. Rencor a los profesores, los médicos, los investigadores, los técnicos, los artistas, los estudiantes... y todos los malditos intelectuales.