Vamos a suponer que la mujer que luce un burkini, ese engendro textil, lo hace porque quiere, no porque algún varón la convence, de mejor o peor manera, para ello. Vamos a seguir suponiendo que ella acude a la playa acompañada de su padre, hermano o esposo, que casi con toda seguridad se pone un bañador occidental, porque lo de no mostrar el cuerpo es solo cosa de mujeres, no de hombres. Vamos a pensar que ese caballero tiene una visión perfecta, quiero decir, que directamente no es ciego, que tiene un par de ojos y que puede mirar alrededor. Y ahora supongamos que a su lado hay una mujer en biquini, en topless o con bañador de cuello vuelto. Como le dé la gana, vaya. Mi pregunta es: ¿ese caballero que vela por la virtud de su señora, va a la playa? Y si es que sí, ¿se arrancará los ojos, se pondrá una venda negra, para no ver el catálogo de cuerpos femeninos que tiene a su lado? ¿O abominará de lo que ve, considerando a las mujeres que visten a la occidental unas impúdicas o, directamente, unas putas? ¿O disfrutará de la vista de tanto cuerpo femenino tendido? ¿O los ignorará olímpicamente, porque tanta carne a la vista ni es de su incumbencia ni le afecta para nada? Quiero decir: su escala de valores ¿sirve solo para su mujer, porque es suya, o se extiende a todas las mujeres del mundo? Porque una mujer que se cubre con un burkini, por muy voluntariamente que lo haga, lo hace para que los demás hombres no vean su cuerpo. Pero entonces, ¿por qué los hombres favorables al burkini, sí que pueden ver el mío? Periodista