Se busca astucia. Urge, se admitirán candidaturas sin necesidad de referencias. Los expertos dicen que la crisis es ya cosa del pasado. Doy por hecho que se refieren a la económica pues empiezo a pensar que si hay un estado natural para el hombre, para todos, es el de la crisis. Qué si no cuando todo es tránsito y lo único que permanece es el cambio. Se nos dice que la infancia es una etapa crítica para la vida, recuérdese aquello de que la infancia es la patria del hombre o también que el niño es el padre del hombre y no a la inversa (cuento con su amabilidad para leer estas palabras con la benevolencia de incluir ambos géneros excusando a la autora la cacofónica tarea de recordarlo a cada paso).

Cuando se sale de la infancia, que, ¡a saber cuando es eso!, nos adentramos en el misterioso mundo de la adolescencia donde todo entra en crisis: cuerpo y alma, o cuerpo, razón y emoción si lo prefieren, se convierten en volcán donde, gracias a los dioses, algún intervalo de sosiego permite gestionar o al menos sobrellevar la compleja abundancia de la naturaleza. Adolescencia que confundida con la juventud, o eso me parece a mí cada vez más, va dando inicio a otra fase de la vida algo menos convulsa, cierto es, pero donde las crisis, si no ya estructurales sí esporádicas, se alternan con estadios de mayor calma y sensatez.

La extensión de ambas etapas adolescencia y juventud parece tender hoy al infinito, así parecería desprenderse al menos de la tendencia a explorar los más diversos campos de la cirugía, la ciencia la técnica y la estética para que el aspecto no solo no sea invariable e inmune al paso del tiempo sino que incluso vaya en sentido contrario dándose el caso de personas que aspiran a aparentar una edad inversamente proporcional a la delatada por su DNI. Y bien, qué decir de las famosas crisis de los 40, de los 50... vaya que, si bien se piensa, no sé si será cosa del resumen o de la perspectiva pero parece que se nos va la vida sobreponiéndonos a las crisis y a algunas de las decepciones que diríase las escoltan, eso sí, esperando siempre un tiempo mejor como quien deja pasar el invierno en disciplinada espera del verano.

Todos hemos oído alguna vez, muy probablemente en boca de nuestro mayores, aquello de que «más sabe el diablo por viejo que por diablo» insinuando o incluso afirmando que al paso del tiempo se debe un poso de sabiduría y/o astucia que de otro modo no es fácil adquirir. La cosa es que, en una sociedad como la nuestra donde la juventud es en sí misma un valor y donde, a modo de ejemplo, se hace gala del político más joven, donde los medios de comunicación y no digamos la publicidad y el cine parecen reservar lo mejor para ese sector de la población, resulta más difícil de día en día encontrar posibilidades para que las personas que hayan sido capaces de atesorar esa conciencia a la que llamamos experiencia se les permita ponerla al servicio de los demás.

No quiero caer en la exageración pues me vienen a la cabeza unas palabras de Talleyrand a Napoleón diciéndole algo así como «todo lo exagerado acaba siendo insignificante» sin embargo, no reblo: dado nuestro natural estado de crisis personal (como se ha tenido ocasión de leer) y social (como todos los días tenemos ocasión de padecer) sigo buscando y pidiendo astucia por supuesto para mí pero, desde luego, también entre políticos y aspirantes al cargo.

*Profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de ZaragozaSFlb