Sin personaje no hay historia y yo hoy tengo huecos los protagonismos. Se me han quedado las palabras vacías como los locales de las calles del centro. Los alquileres de esta ciudad son de clase preferente y sin embargo nuestras vidas viajan en turista. A veces pienso que el paisaje de tiendas con el que he crecido sólo será memoria cuando le cuente a mis hijos cómo era la ciudad cuando yo era una niña. Del mismo modo que sentía que la ciudad de mis abuelos sólo era para mí un relato y para ellos un recuerdo. Me da pena encontrarme con una ciudad distinta a la mía aunque sea la misma y me da rabia que todas las ciudades pierdan su esencia y lleguen a ser tan parecidas en su horizonte de multinacionales. Quiero hablar más con la gente a la que quiero y que una amiga me diga que su librería seguirá en su viejo local de renta antigua. No sé si mi voz tiene un problema. Una conocida escritora comenta en la radio que ha descubierto el contexto y que las noticias se lucen mucho más cuando se explican. Yo voy donde me llevan. Todo fluye. Las personas de bien nos hemos asomado al río para ver su fiereza y la desproporción de sus hechuras. Nos ha impresionado su capacidad destructora y hemos lamentado los daños que su desbordamiento ha producido. Los representantes políticos han venido para interesarse por la situación de los municipios afectados. Su vocación de servicio público es casi tan útil como nuestra curiosidad. El desastre en la gestión de la crecida no ha sido responsabilidad de nadie. Los pies sin barro no dejan huella. Eso lo saben todos los que han tenido el fango dentro de sus casas. Leo que en el mundo se produce un suicidio cada cuarenta segundos. La calle huele a mierda estos días para recordarnos que nuestras vidas no mejoran aunque llegue el buen tiempo. Alguien enseña unas fotos de un ministro griego comiendo y riéndose y le acusa de no ser un verdadero ciudadano de izquierdas. Se ve que la pureza ideológica es incompatible con la risa. ¿El vestido lo ves azul y negro o blanco y dorado? Se muere el señor que contaba que unas chicas le echaron "droga en el colacao" y yo me pregunto qué tipo de mecanismo cerebral hace que me acuerde nítidamente de esto y no sea capaz de memorizar un número de teléfono. Dar abasto va junto, veo que recuerda la Fundéu en su admirable cruzada para que escribamos correctamente. Claro, abasto va junto porque así nos vienen las cosas, amontononadas, y no podemos con ellas. Parece que molesta que el 8 de marzo se hable de las mujeres. Que seamos invisibles el resto del año se tolera más. Una afición jalea a un futbolista acusado de maltrato. Déjalos, es un desahogo. El espíritu deportivo era esto. Los salvapatrias están ocupados luchando por quedarse con el sillón del partido. Y con el resto de sillones. Sólo me ha salido un resumen de cosas que se me han colocado en el tejado mientras intentaba fabricarme una cabaña en la ciudad.

Comunicadora