El otro día, Bush Jr., el inventor de aquellas armas de destrucción masiva iraquíes que jamás existieron, salió en defensa de los medios informativos y la democracia antes de Trump. Vaya, me dije, muy jodidos hemos de estar para que haya de venir semejante sujeto a echar una mano. Y sí, todo se ha puesto muy feo. No sólo porque la creciente fusión entre el neoliberalismo sádico y el parafascismo supremacista se esté fortaliciendo en el ámbito anglosajón y en todos los espacios occidentales, sino también porque la réplica que llega desde el otro lado de las barricadas (retóricas, hoy por hoy) es débil, inoperante y a menudo absurda. España es un ejemplo: el único desafío aparente que sufre en estos momentos el Gobierno y el Sistema en su conjunto viene de una rebelión micronacionalista desarrollada en un circuito político, el catalán, revuelto, ideológicamente demencial y corrompido. Lo demás, apenas nada. Y con la que está cayendo...

Al perder su vocación crítica y su función reformista (a favor del pueblo, se supone, no de las élites), la socialdemocracia oficial se ha lanzado sin frenos por un tobogán que la lleva al sumidero. Algunos partidos socialistas europeos están intentando girar a la izquierda, pero tampoco les resulta fácil. Y no por los intereses creados en sus aparatos (que también) sino porque tampoco saben muy bien qué proponer.

Se supone que existe además una izquierda alternativa. ¿Nueva? No sé. La rabia de quienes dicen representar a la gente frente a la vieja casta no cristaliza ni de cerca en una oferta coherente para construir el futuro. Hay mucha improvisación, demasiado discurso en circuito cerrado (de la parroquia para la parroquia) y poco conocimiento concreto de la realidad real, poca gestión. Activistas, militantes de última hora y viejas glorias que nunca encontraron su sitio (o el que apetecían) hablan de cambiar las cosas al viejo estilo: intentando salir de la celda no estudiando las vías de escape... sino lanzándose de cabeza contra la pared. Y, claro, serán todo lo duros que quieran. Pero la pared lo es más.