Imagino que es lo que tiene la disposición de las cosas. Que a veces tú estás en medio haciendo un eclipse. Es como un apagón en tu órbita del que sólo eres responsable tú. Te oscureces. Has dejado escombros desperdigados y te agobia mirar a tu alrededor. Si tu cuerpo dependiera de su resistencia se te haría un agujero negro en el estómago y desaparecerías. En tus conexiones cerebrales hay nudos que te hacen tropezar a cada pensamiento. Te comes los ratos y no tienes bolsillos para tantas cáscaras. Se te nubla el mirar y se te tuerce el gesto. A mí el cabreo me sube por los pies y me mancha todo el genio. No hace falta que pase nada porque todo ya estaba ahí, pasando. Y llega un momento en el que tienes tu umbral de resistencia con marea alta. Se te altera el orden cósmico. Las tildes de tus líneas de expresión acentuadas te montan una concentración en tu rostro. En estos días el enfado me ha colonizado todas las células del cuerpo.

Teníamos problemas con la armonía y nos inventamos la disonancia cognitiva. A las cosas hay que ponerles un nombre para que existan. Así podemos llamar a la tensión entre nuestro sistema de emociones, ideas y creencias que percibimos cuando mantenemos al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto. O por un comportamiento que entra en guerra con lo que pensamos. Las disonancias fuerzan cambios de actitud para mantener el equilibrio interior. Por ejemplo, nuestro Gobierno siempre tiene una democracia que escupir para justificar sus intervenciones. Hablan de ella como si la tuvieran encerrada trotando en una cuadra y fueran dueños de sacarla cuando les conviene. Ahora quieren hacer una ley electoral que les asegure tener el poder en los ayuntamientos aunque no sea lo que mayoritariamente desean los votantes. La armonía de justificar este comportamiento desde un pensamiento democrático es la misma que soltar gases como un intento de mejorar calidad del aire.

Una mujer denuncia que la han violado. Le roban y le amenazan de muerte. En el hospital comprueban que tiene desgarros en sus partes íntimas. Detienen a sus agresores. Son cinco chavales. Algunos menores. Dos la forzaron. Otros lo grabaron en vídeo. La juez archiva la denuncia. No ve suficientes pruebas que la sostengan. ¿Qué ganaba ella denunciando si no era verdad? Es la Feria de Málaga, no interesa el escándalo. Es una mujer, ¿qué importa quién habla? Es más fácil pensar que ella se lo ha buscado que aceptar que estamos en una sociedad que consiente los abusos a las mujeres. Ahí están la desigualdad, la violencia y el acoso sexual. Se permite que existan. Nos dirigen alcaldes que manifiestan reparos en subirse a un ascensor con nosotras por si simulamos una agresión. Las disonancias. Es más cómodo hacer creer que las mujeres somos unas guarras mentirosas que ver el machismo como un problema social. Por eso se dice muere otra mujer a manos de su marido en lugar de expresar que ha sido asesinada. No muere, la matan. Nuestra realidad es terrorista. Tú calla y ponte guapa.

Comunicadora