Dime algo mejor que el silencio o cállate», proponía Menandro y mi inevitable Gómez de la Serna observaba con su agudeza habitual, que el silencio no duerme, piensa; hermosa justificación del nada decir que desgraciadamente, no se puede generalizar porque no todos los que callan, abundan en la costumbre de sustituir la palabra por la cavilación.

Ahora acusan a Rajoy de callar, particularmente en la cuestión de Mas, el presidente de la Generalitat catalana y de no dialogar, ¡qué cosas! Afirman algunos, que debía dialogar con el político separatista pero entiendo que no tienen razón. Rajoy, como leo que ha observado, «ve inútil reunirse con Mas para hablar de la consulta» y aunque «no descarta recibirle, cree que servirá de muy poco». Añaden otras noticias que el presidente esperará a que el dirigente catalán solicite la entrevista.

Todo ello es natural. Afirmaba Espinel que ningún delito se ha cometido por callar y que por hablar se cometen cada día, muchos. No estoy de acuerdo del todo con el poeta rondeño porque existen delitos de omisión aunque sean menos perceptibles, pero evidentemente, la mayor seguridad suele residir en el silencio que es «virtud sin trabajo» aunque a veces, cueste lo suyo callar. Opino que tanto el silencio como el hablar tienen sus tiempos y ocasiones y que el político que no los domine a la larga se desacredita. Pienso sin conocerle más que por lo que le conocemos la mayoría de sus compatriotas, que Rajoy es el presidente, de los que hemos tenido, que mejor administra sus tiempos. Es un buen gallego. Como escribió D’Ors en La Bien Plantada, cabría predicar ahora de Rajoy «¡calla tanto y tan bien!».

Pero, ¿por qué tendría Rajoy que prodigarse en hablar?, ¿quién a la hora de votar favorece a los candidatos más charlatanes?; el ejercicio de la política requiere cierta familiaridad con el uso de la palabra hablada y escrita, pero a mi juicio, lo más importante del que aspira a participar en la política está en la cabeza y en la voluntad.

Dicen que Rajoy no se prodiga haciendo uso de la lengua pero ¿qué nos conviene más, un dirigente parlanchín o un dirigente de palabra reflexiva y discreta? No deseo citar los nombres de otros políticos de estas horas, sin acepción de partidos, aunque sí me atrevo a observar que, siendo algunos notables oradores políticos, no hay muchos que puedan dejar la sensación de saber lo que dicen y de saber lo que no deben decir, mejor que Rajoy.

Ahora como apunto, se le imputa que da la impresión de no desear reunirse con el presidente de la Generalitat, pero, ¿de qué deberían hablar? Rajoy como ya ha dicho él a propósito de las intenciones separatistas de Mas, ni puede ni quiere desoír la Constitución, de modo que salvo que Mas pida verle y que no sea para insistir en ese chulesco «sí o sí» o para pretender desobedecer el orden establecido en nuestra ley fundamental, ¿qué sentido tendría que se reunieran, solo para decirle luego a la ciudadanía que siguen discrepando?

El afán táctico de los nacionalistas siempre se entiende mejor recordando que desde la Generalitat catalana se practica con frecuencia la política de exigir lo más, para asegurarse compensaciones menos radicales y más hacederas. No obstante, aquella consulta no deja de ser una aspiración poco realista porque en caso alguno, podría aceptarse por el resto de los españoles no censados, que la separación se consultase solo con la población de Cataluña.

Llegado el caso, ¿no tendríamos que pronunciarnos también, el resto de los españoles? Es insólita la tendencia algo ridícula que se manifiesta por los separatistas en esta hora; están convencidos de que el resto mayoritario de los españoles aceptaríamos el reparto que nos propusieran desde la Generalitat y por ejemplo, cuentan con que el Barça seguiría jugando la liga española de fútbol como testimonio de que todos continuamos siendo los mismos...

Rajoy hace bien en no prodigarse verbalmente: él no quiere separarse de nadie y la inmensa mayoría de los españoles, catalanes o no, tampoco lo deseamos, en absoluto. La Edad Media quedó atrás, incluida la Corona de Aragón; son recuerdos gloriosos del pasado. Vamos hacia unidades políticas mayores, no menores.

Felices navidades para todos y Dios quiera que se despejen las nubes.