A los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, les resulta muy incómoda la Cámara de Cuentas. Se vio a finales del año pasado con el informe sobre las cifras del Ayuntamiento de Zaragoza y ahora se está viendo con las del Plan Impulso de la DGA. El órgano fiscalizador que preside Antonio Laguarta les da un tirón de orejas a las dos instituciones y estas se revuelven y hasta le critican por hacer valoraciones políticas. Ahora resulta que el instrumento creado por los partidos aragoneses no es tanto una ayuda como una rémora lo que choca con todos esos mensajes políticos de transparencia. Convertir la clarificación de las cuentas públicas en una bronca política no es nada bueno para los partidos. Como no lo es que la Cámara de Cuentas entre en el barro. La institución debería tener bastante con hablar a través de sus informes.