Que la presidenta de Aragón haya sido desautorizada por sus diputados en las únicas propuestas interesadas vertidas en el Estado de la comunidad no deja de resultar una sintomática anécdota, los aforados obligados a ello porque la pleitesía debida a sus socios del PAR lo exigía. Luisa Fernanda está abordando los últimos momentos de una excesiva presencia en las nóminas de los servidores públicos. Desde 1982 está sirviendo a Aragón y España con las debidas remuneraciones y gabelas propias de los cargos ejercidos. Mucho tiempo, buena voluntad y no escasa pólvora mojada en la trayectoria de una gaditana de rompe y rasga antaño y ya en puertas de una merecida jubilación política. ¿Quién pensaba allá por 1982 que esta mujer sería un día diputada autonómica, alcaldesa de Zaragoza, después presidenta del Congreso de los Diputados y finalmente jefa de la DGA? Así es la política, cosas de la política. Y habrá que convenir en agradecerle su buena voluntad conservadora y los servicios prestados a los suyos, como también la perentoria necesidad de que vaya preparando el adiós a la política, que el pelotón está nervioso. Ahora que las grandes familias tratan de hacerse con los restos del Real Zaragoza (¡qué curiosa la conjunción Alierta/Sáinz de Varanda/Yarza!) , con el concurso del socialismo desvaído (Fernado Gimeno mediante), singulares los objetivos de tal movida, Luisa Fernanda está abocada al adiós, con su aliado Biel en similar tesitura. Así se las ponían a Lambán, pases de Bandrés mediante.Profesor de universidad