Podemita: dícese de aquel que se erige como adalid de la nueva política. Es detractor de la vieja, por ser perversa, viciada, corrupta, centrada en los juegos de poder y estar muy alejada de su leitmotiv: luchar por los derechos del pueblo y garantizar el bien común. Pues ahí les tienen, dando una lección magistral con ese pulso de poder interno, esa lucha dialéctica entre sus dos máximos lugartenientes, Iglesias y Errejón, rivales del oscuro Reino Morado, y protagonistas del más cutre salsa rosa político de nuevo cuño. Línea dura, espíritu indómito y rebeldía, esa es la apuesta del secretario general mientras el segundo de a bordo del barco pirata, Errejón de los mares, más reflexivo y templado, aboga por abandonar las formas agresivas, optar por la centralidad ideológica y transmitir seguridad. Batalla campal vía twitter y ahora recule oficial, postureo de tregua, al menos para aguantar el tirón de la universidad de Podemos, un espacio de encuentro y análisis para responder a la pregunta "Y ahora, ¿qué hacemos?". Toca construir "un partido nuevo que atienda a las necesidades de la gente en las instituciones y fuera de ella". Y lo piensan hacer desde el objetivo Iglesias, seguro, "seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre, pero que todavía no confía en nosotros". Cómo para confiar, queridos, con semejante demostración de intenciones, tan propias de las viejas guardias, solo que esta vez la carnaza viene aliñada al estilo podemita: irreverencia según Iglesias; soberbia con mayúsculas, diría yo.

Periodista y profesora de universidad