HISTORIA

Ramón Berenguer IV

***Carlos Urzaínqui

***Zaragoza

El testamento de Alfonso I, muerto en 1134, dejó un panorama bastante feo para el Reino aragonés, pues entregó todos sus territorios a las órdenes militares que combatían en Tierra Santa.

Esto hizo que Alfonso VII de Castilla entrara en Zaragoza, reclamando derechos por parte de su madre Urraca.

La nobleza aragonesa reaccionó rindiendo vasallaje a un hermano del difunto, Ramiro. Este hecho enfureció a la Santa Sede, en primer lugar porque era clérigo y después porque cerraba el camino a los herederos: Templarios, Hospitalarios y Santo Sepulcro (feudatarios directos del papado). Ramiro el Monje se casó y tuvo una hija, Petronila.

Lejos de solucionarse el problema la cosa comenzaba a complicarse. Ramiro, que era más obispo que rey, quería volver cuanto antes a su monasterio, la infanta tenía un serio problema de legalidad ante la Iglesia y era necesario, por tanto, encontrar una salida de compromiso para así consolidar el reino ampliado por el Batallador.

Petronila fue propuesta en matrimonio, con un año de edad, a Ramón Berenguer IV no sólo por ser Conde de Barcelona, seguramente en la decisión pesaría el ser éste, caballero templario.

Esto supondría que la unión sería bendecida por el Papa y de paso la infanta aragonesa sería reconocida como tal.

De paso, el Conde de Barcelona sería un interlocutor válido frente a las pretensiones de las órdenes militares.

Así fue, Ramón Berenguer IV "Príncipe de los aragoneses", prestó homenaje a Alfonso VII de Castilla, consolidó las conquistas del valle medio de Ebro, llevadas a cabo por Alfonso I, y llegó a un acuerdo con las órdenes militares. Esto puede que no sea correcto a los oídos de algún nacionalista catalán pero a veces, la historia, no es como queremos que sea.

JUSTICIA

No recicla el papel

***Jesús Fco. Ibáñez

***Zaragoza

En la Zaragoza del siglo XXI, la de la Expo, la de la sostenibilidad ambiental, en la que la gran mayoría de las administraciones públicas reciclan el papel que generan y generarán, a pesar de las buenas intenciones del ministro de turno de hacerlo desaparecer de la Administración, la de Justicia sigue siendo la oveja negra una vez más. Y todo porque el Ministerio correspondiente y su gerencia territorial en Aragón, ese oscuro y desconocido organismo de la calle Capitán Portolés, 1, son incapaces o no tienen la voluntad de poner los mínimos medios que son necesarios para reciclarlo o destruirlo; otra opción bastante razonable teniendo en cuenta los datos confidenciales que suelen llevar impresos. Pero claro, las destructoras de documentos o las empresas especializadas del ramo cuestan dinero.

En vez de eso, van directamente en bolsas de basura sobre la acera a la puerta de los edificios judiciales. Hasta tal extremo llega la "cutrez" que no se usan siquiera contenedores. Debe ser para ahorrarse el pago de la tasa municipal de recogida de basuras. Y ¡hala! ahí están las bolsas a la merced de que un descuido o un desaprensivo esparza su contenido por la acera, cual hojas de árboles en otoño. Y si hace cierzo, ni te cuento hasta dónde puede llegar esa providencia, ese fragmento de sentencia, ese nombre y apellidos, ese número de DNI. A quien no se crea que esto pueda pasar en el siglo XXI, le invito a que a partir de las ocho de la tarde se pasee y observe por el Coso, 1, sede de la Audiencia, y después pase a la acera de enfrente, al número 14.

Por cierto, quién diría que ahí existe una sede judicial, con cinco juzgados, cuando no hay siquiera una triste placa informativa ni las banderas oficiales que deben ondear en todos los edificios públicos.