David López estaba como loco por jugar en el Real Zaragoza, pero el Real Zaragoza nunca quiso a David López. Lo quisieron Luis Milla y su cuerpo técnico, que utilizaron toda su maquinaria de sugestión a finales de agosto y ahora con el infortunio de Wilk. Resultó en vano y el futbolista firmó por el Huesca. No es que la SAD no quiera contratar un jugador con el dinero disponible por la lesión del polaco (sin costes laborales y comisión del agente, no llega a 100.000 euros lo que el club tiene para el sueldo de quien sea). Si lo encuentra, el Zaragoza contratará a alguien para ser titular o poder serlo, diferente a lo que tiene, con el máximo talento posible y que le dé al equipo cosas de las que carezca, sobre todo calidad individual. Con esas coordenadas está peinando el mercado. Si no lo encuentra, esperará a enero.

David López no encajaba en ese perfil. Este último caso ha puesto de manifiesto que, como en tantos y tantos clubs y durante tanto y tanto tiempo, muchas veces los caminos del entrenador y de la dirección deportiva no terminan cruzándose. Milla tiene prisa por tener cuanto más mejor porque mira hacia el fondo de su plantilla y ve la estepa siberiana. Su inacción con el tercer cambio en Soria se puede interpretar en esa dirección. No es que el club gire la vista hacia el mismo sitio y vea un vergel o un jardín de rosas, pero tampoco tantos kilómetros de hielo.

Al poco que le ha aparecido la primera concatenación de lesiones, Milla ha sido transparente y ha evidenciado quién es de su gusto y quién no. Si ha hecho falta ha usado jugadores en posiciones exóticas (Ros o Ángel en la banda izquierda, Lanzarote iniciando la jugada...). A efectos prácticos, su fondo de armario ha sido muy estrecho. Por eso insistió con David López sin éxito. Si ficha, fichará el club. Así está gobernado el Real Zaragoza.