La contratación de un delantero, prioridad para el mercado de enero mucho antes de que estallara el caso Juan Muñoz, ha sido un pequeño gran folletín que terminará con el fichaje de Georgios Samaras si no hay imprevistos físicos por el medio. El Real Zaragoza ha acabado en brazos del carismático futbolista griego en un viaje que le ha llevado de un lado a otro, de Sobrino a Chuli, de Chuli a Santos Borré y de Borré a Luciano. Finalmente será Samaras, el más sugerente a simple vista de todos ellos. Entre otras cosas, vestirá la blanquilla por una sucesión de carambolas, principalmente porque el Almería pidió dinero por la cesión de Chuli y Muñoz se negó a ir allí en un canje de cromos que el Real Zaragoza hubiera aceptado.

La cuestión es que el pasado ya es pasado, que lo que la SAD quiso que sucediera no sucedió, y que el futuro es Samaras. Una contratación que entra por los ojos y que el club ha acometido por tres razones: su gancho mediático, su perfil diferenciador y la expectativa de rendimiento, a pesar de que lleva dos años alejado del fútbol competitivo, entre Arabia y la Liga comercial estadounidense. La SAD tiene buenas referencias personales de él, que deberán confirmarse, y su currículum no ofrece dudas: ha jugado Mundiales y Eurocopas con Grecia, brilló en el Celtic, el último equipo en el que frecuentó el gol, y pasó por la Premier en el City y el West Bromwich. Tiene una gran biografía. El zaragocismo lo va a recibir por todo lo alto, soñando con que sea el que fue.