La hipocresía política puede llevar a elaborar una Ley de Lenguas en Aragón en la que no se reconozca el catalán como uno de los idiomas hablados por los aragoneses y, sin embargo, el Ejecutivo que la impulsa firmar un convenio con el Gobierno de Cataluña para fomentar en Aragón esa enseñanza. Es decir, bajo mano se mantienen relaciones de intercambio normalizadas y sensatas entre autonomías que comparten historia y hasta lengua en determinadas zonas, pero de cara a la galería ideológica se aparenta un conflicto que no debería existir. Vaya papelón el de la consejera Dolores Serrat.