Ha llegado Beamonte a presidir al PP aragonés, y quienes le conocen bien advierten que es un hombre enérgico, que sabe lo que quiere y está curtidísimo en nuestra más famosa escuela política: la ruralidad local-provincial. Muchos cuadros de su partido, además, han celebrado con extraño alivio la retirada de Luisa Fernanda Rudi, a la que no sé si respetaban... o temían. En la gran derecha saborean ya el retorno a los gobiernos que perdieron hace dos años. Están optimistas.

Así que don Luis María, el nuevo jefe, se puso flamenco cuando debía, y advirtió que a él no le cuelan trasveses ni mandangas. Y menos (esto lo agrego yo), los catalanes. Lo que ya no tengo tan claro es qué pudo pensar cuando anteayer Mariano Rajoy llegó a Barcelona con cuatro mil y pico millones más bajo el brazo (y van...) para intentan amansar al pitbull independentista echándole de comer solomillo crudo. Si se adelanta veinticuatro horas, lo mismo podía haber ido corriendo a la sede de su partido en la Ciudad Condal, a repartirles tranquimazines a los energúmenos de la CUP, que andaban por allí jugando a la revolución (o al patrioterismo) de mentirijillas.

El Gobierno central debería haber abordado el barullo centrífugo dialogando con claridad; ofreciendo un referéndum reglado y democráticamente controlado antes de que los otros lo organicen a su antojo; reconociendo la pluralidad de España sin tanto españolismo de vía estrecha; acordando en un pacto interterritorial reglas de juego transparentes, estables y libres de toda discrecionalidad bilateral. Por contra, Mariano&Cía, mientras se cierra en banda se abre de bolsillo. Y ahora no sabemos que son los cuatro mil kilates: ¿una retribución justa, un soborno, un premio de consolación? Desconocemos asimismo si llegan como consecuencia de la financiación autonómica legislada o en función de ese reparto amañado que da a los rebeldes para amansarlos y quita a los mansos porque de ellos nunca se espera rebeldía alguna.

Por cierto... y los catalanofóbicos, ¿qué dicen de todo esto?