El papa Benedicto XVI escribió en 2009 una encíclica en la que dejó una interesante reflexión acerca de la ley y la caridad cristianas: Caritas in Veritate (El Amor en la Verdad). En ella, el papa manifestaba que un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos. Y que solo desde la verdad («Logos») pueden establecerse «Diá-Logos», es decir, comunicación y comunión.

Así pues, la ley y la verdad son términos, conceptos y puntos de partida irrenunciables para avanzar, personal y socialmente, hacia un futuro mejor. A este respecto, el escritor checo Milan Kundera (que sufrió la represión comunista tras la invasión rusa de su país en 1968, y es el autor del conocido libro La insoportable levedad del ser) anotó en una de sus obras que la gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad: “El futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro solo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar en el laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia”.

Estas frases, escritas por Kundera en 1979, fueron una asombrosa premonición del presente que vivimos, y entroncan de lleno con las valoraciones que sobre nuestra sociedad actual ha dejado plasmadas el filósofo polaco Zygmunt Bauman, en su libro póstumo Retrotopía. Nuestra sociedad ya no imagina nuevos y universales horizontes para la convivencia, sino que intenta revivir, para su rectificación, determinados aspectos de un pasado sublimado (véase por ejemplo la declaración de independencia de Cataluña por Companys en 1934) y convertirlos en referencia actualizada en su avance hacia el futuro.

En este sentido, la narcisista y despreocupada irresponsabilidad que está caracterizando al independentismo catalán adquiere una clara dimensión retrotópica, por cuanto supone la arbitraria actualización de un pasado sentimental -no histórico, y en absoluto representativo del sentimiento colectivo- cuyo referente más lejano no iría más allá de las primeras décadas del siglo XX.

La utópica Itaka de fraternidad universal, en la que creyó Tomás Moro, ha quedado licuada y convertida en un espejismo. La convivencia, dignidad y bienestar de las personas, dependen ahora no del aporte de todos en el bien común, sino de autoproclamados correctores de la historia, erigidos en los nuevos guías de la revolución.

Mas contravenir la ley que propicia la convivencia y garantiza el cumplimiento de los derechos, deberes y servicios del conjunto de la ciudadanía, es un delito, aunque se cometa esgrimiendo un clavel en la mano y dibujando una sonrisa de paz en los labios. Por ello, si bien es cierto que no se debería haber llegado al escenario y situaciones que se vivieron en Cataluña durante el 1 de octubre, no hay que olvidar que la Guardia Civil y la Policía Nacional no intervinieron en Cataluña para reprimir derechos ni libertades, sino para preservar los del conjunto de la ciudadanía española, de acuerdo al ordenamiento constitucional y el mandato correspondiente -para su preservación- del poder judicial.

Huelga por otro lado decir que, detrás de todos y cada uno de los agentes del orden hay una persona con los mismos derechos y deberes de quienes les increparon, insultaron, provocaron e hicieron todo cuanto les fue posible por impedir, contraviniendo conscientemente la ley, que llevasen a cabo su cometido. Una labor, por lo demás, que desempeñaron como agentes del Orden del Estado -es decir, actuando en representación y defensa de la soberanía nacional- para impedir que se materializase el referéndum inconstitucional.

Creo por ello que todos los españoles deberíamos felicitarnos y sentirnos orgullosos de saber que nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, están (no como ocurre en los regímenes totalitarios, a las órdenes de sus gobiernos para reprimir a la población) al servicio del conjunto de la ciudadanía, velando por nuestra seguridad, por el estricto cumplimiento de las leyes que posibilitan la convivencia, y por la salvaguarda de nuestros derechos y libertades.H

*Historiador y periodista