Entendido como un producto más de la sociedad de consumo, que desde esa óptica bien puede serlo, de la figura del entrenador Eduardo Galeano hablaba en estos términos. ‘Al técnico hoy el público le grita no te mueras nunca. Y el domingo que viene lo invita a morirse’. Todos son desechables. Hoy son propuestos para hacerles un monumento, mañana están despedidos. Hoy bailan una jota en la Plaza del Pilar, mañana van a la calle. Hoy son héroes, mañana denostados. Hoy sirven, mañana no.

Es la vida del entrenador, sujeta casi siempre al color de los resultados. Por ese patíbulo han desfilado en el Real Zaragoza cinco profesionales en los últimos dos años y ocho meses, «una locura con la que no se va a ningún lado» en la boca del nuevo dueño del puesto, César Láinez, que en Elche inicia una Liga contra el reloj de doce partidos en los que tiene como misión asegurar la permanencia. Aquellas declaraciones en Soria fueron definitivas para Muñoz, la noche de Tarragona para Popovic, la afrenta de Palamós para Carreras, el cerrojazo de Valladolid para Milla y el ridículo contra el Sevilla Atlético para Agné. Láinez empieza esta tarde su trayecto y el público le grita al unísono ‘no te mueras nunca’.

Como con todos porque le necesita, pero esta vez porque además le tiene aprecio.