Líderes como Juan Perón, Fidel Castro y Hugo Chávez han dejado huella en América Latina. En el libro Latin America’s Leaders (Londres: Zed Books, 2015) presentamos cuatro estilos de liderazgo: demócratas, ambivalentes, usurpadores débiles y usurpadores de poder. Estos estilos los desarrollamos de acuerdo a su relación con las leyes (obedece, desafía o manipula), la oposición (crea consenso, tolera, polariza) y el poder (acción, concentración o usurpación). Hacemos hincapié en que son líderes designados tras unas elecciones libres, pero pueden convertirse en ilegítimos por la forma en que ejercen el poder.

Los demócratas promueven el fortalecimiento de las instituciones, aceptan las limitaciones de poder y respetan derechos y libertades. Este tipo de líder pertenece a un partido político en el que ha desarrollado su carrera. El ambivalente respeta las instituciones y los derechos, pero busca acumular poder. Son capaces de trabajar con la oposición. A diferencia del demócrata, respetan sin fortalecer las instituciones.

El usurpador débil oscila entre desafiar y aceptar el Estado de derecho y las instituciones. El contexto histórico se convierte en crucial, ya que puede permitir o bloquear la capacidad del líder para ganar autonomía. En momentos de crisis económicas o colapso del sistema de partidos, el usurpador puede reducir el poder de otras instituciones. Sin embargo, en algún momento de este proceso su partido, las instituciones o la presión social le aplican un freno. En estas ocasiones, se retira con la esperanza de que surjan nuevas condiciones que le permitan acomodar el juego político en función de sus fines. Finalmente, los usurpadores acumulan poder tomándolo de otras instituciones del Estado, ya sea mediante la minimización del papel del poder legislativo o al socavar la independencia del poder judicial. Manipulan los instrumentos constitucionales o electorales para aumentar su poder. A través de la usurpación de poder, aumenta su autonomía y su capacidad de hacer caso omiso de las leyes. Hugo Chávez era el usurpador por excelencia.

Cuando desarrollamos este estudio, desde el 2009 hasta el 2012, una de las principales tendencias en América Latina era el deterioro de los partidos políticos y el fortalecimiento del presidencialismo. En estos días tan turbulentos, encontramos que algunos líderes de otras latitudes se amoldan a esta tipología. Esto contradice una de nuestras conclusiones que sostiene que los usurpadores tienen más posibilidades de emerger en países con instituciones débiles y partidos con un bajo grado de institucionalización. Si bien los partidos norteamericanos no tienen un alto grado de institucionalización; las instituciones del Estado, el sistema de checks and balances (pesos y contrapesos) y las libertades civiles y políticas han mostrado, hasta ahora, una gran fortaleza. Sin embargo, Donald Trump se muestra como un usurpador nato. Parece que el espíritu de Hugo Chávez se ha instalado en el Despacho Oval.

En las entrevistas realizadas para el libro, Chávez fue definido como carismático, autoritario y arrogante. Polarizó la sociedad y creó un reality show; despedía a sus ministros por televisión, cantaba, se enfadaba o insultaba a sus oponentes. Trump se enfrenta a la prensa, decreta, insulta y denigra. Sus enemigos son los inmigrantes, China o la CNN. Ha logrado exacerbar políticamente las divisiones de la sociedad norteamericana. Como Trump, Correa, Chávez y Kirchner se enfrentaron a los medios de comunicación. Correa inició un juicio al diario El Universal, Chávez cerró radios y canales de televisión, Kirchner se enfrentó al periódico Clarín.

Otro punto en común es reescribir la historia. Los Kirchner intervinieron el instituto de estadísticas para manipular datos sobre inflación y pobreza. Esta manera de presentar la realidad pasó a llamarse el relato. En la nueva Administración Trump a los atentados que no existen los llaman hechos alternativos.

Tres preguntas nos preocupan. Mientras en los casos latinoamericanos estos líderes surgen como consecuencia de crisis económicas o corrupción de la clase política, ¿qué factores explican la llegada de Trump cuando la Administración del presidente Obama pudo superar la crisis del 2008? Segundo, el legado de Chávez es un Estado fallido en Venezuela. ¿Podemos quedarnos mirando cómo Trump pone en peligro la democracia de la primera potencia nuclear? Por último, ¿es la democracia tan débil que hasta Estados Unidos puede convertirse rápidamente en una república bananera?

*Profesora de Ciencia Política en la Saint Louis University-Madrid. Firma también este artículo Rut Diamint, de la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires. Analistas de Agenda Pública.