Natural de Fuencalderas (Zaragoza), ha sido obispo de Barbastro, Teruel y Tenerife. Ordenado sacerdote al servicio de la diócesis de Huesca por monseñor Lino Rodrigo el 7 de junio de 1941, ha promovido e impulsado muchas iniciativas que hoy, siguen vigentes como hábitos vinculados al sacerdocio. Eso leo en La Iglesia en Zaragoza (7 de febrero último) en el que también se anuncia que don Damián cumple cien juveniles años, casi nada.

Conocí a don Damián cuando era titular de la diócesis de Barbastro (ahora Barbastro-Monzón), allá por 1974 y pronto me admiró su sencillez pastoral y su naturalísimo humanismo. En diciembre de 1975, siendo ya obispo de la diócesis de Albarracín-Teruel, las tres diputaciones aragonesas celebraron las Segundas Jornadas de las que llamábamos Comunidad General de Aragón y en la misa que las precedió, don Damián, al que guardo un afecto de los inextinguibles, pronunció una homilía que "sin salirse en absoluto, de su raíles", nos sorprendió un poco, aunque tratándose de persona tan cabal y consciente de sus obligaciones, pienso que a cuentos le escuchábamos o leyeron luego, sus palabras, nos parecieron irreprochables y conmovedoras.

Al concluir la ceremonia, me atreví a pedirle que me regalara el texto de la homilía y él quiso eludirlo de entrada, prometiendo enviarme una copia. "Don Damián, le respondí firme y cariñosamente, déjeme que la copia se la envíe yo". Cedió a mi deseo, acaso por lo pesado que me puse. Naturalmente, le devolví el original de inmediato y guardé su copia y tan bien debí guardarla que ahora que desearía reproducir aquella memorable homilía no recuerdo donde la clasifiqué, sintiendo muchísimo, este fallo mío.

Don Damián fue siempre un pastor y en absoluto un político; se expresaba con claridad y sencillez sin que, en cuanto nos decía, dejara de notarse su intención cristiana. En Albarracín, nos habló con su estilo característico, infundiéndonos fuerza "para buscar soluciones justas y que para que lo que era un problema solucionable, nunca se convirtiese en un conflicto".

Se temió que la promoción de don Damián a la diócesis de Santa Cruz de Tenerife se hizo por afán de apartarlo de Aragón; ni niego ni afirmo que no lo considero inverosímil. Extraigo entre sus claras afirmaciones, una que figura en el diario Lucha de Teruel (el 22 de diciembre de 1975); fueron estas: "Es necesario que el pueblo aragonés tome auténtica conciencia de región".

En el mismo número de La Iglesia en Zaragoza que antes cité, se publicó una entrevista con don Damián en la que la periodista Lara Acerote descubre y exalta el dinamismo de un hombre que siempre hizo frente a la adversidad sin desmentir sus palabras con sus hechos. Sirvió como sacerdote dentro de la diócesis de Huesca en innumerables municipios. Fue vicerrector del Seminario oscense durante cuatro años, después estuvo en el de Zaragoza y regresó a Huesca para ser párroco de la basílica de San Lorenzo, de 1955 a 1969; según reconoce don Damián, esa parroquia "significó mucho porque Dios le dió muchas posibilidades para atender a la gente".

Cuentan los que le trataron de cerca, que es un hombre con una excelente capacidad organizadora y que dejó buena huella en tareas tan delicadas como los cursos de preparación al matrimonio que se extendieron por toda la geografía española y se hicieron obligatorios. Don Damián es un renombrado especialista en la práctica de ejercicios espirituales, una de sus ocupaciones principales aquí y fuera de España.

También le atrajo en su día el área de Patrimonio Cultural de la Iglesia y observa en la misma entrevista que la Iglesia crea arte para anunciar el Evangelio "porque todo esto que nos gusta tiene una trascendencia", pareciendo recordar a santa Teresa cuando advertía a sus monjas que Dios estaba también entre los pucheros.

Circunstancias familiares me impidieron asistir a la ceremonia de respeto y admiración celebrada el viernes en la catedral oscense, justo homenaje a un hombre que se confiesa pecador y que no todo lo hizo bien, ¡encima humilde!. Creemos que don Damián acertó en lo principal y que su Padre le recibirá con alegría y puede que sin prisas.