El paro es el principal problema para el 71,2% de los ciudadanos, según el último CIS. A veces, lo que no es novedad tampoco es noticia, pero un porcentaje que tan machaconamente se mantiene debería ser siempre una prioridad. Ajena a todo esto, la ministra de Empleo, Fátima Báñez, es capaz de asegurar que el trabajo que se crea hoy es de «mayor calidad» que el que se destruyó con la crisis, cuando España es el segundo país europeo más precario (tras Polonia), según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y el 10% de los trabajadores ni siquiera cubren sus gastos de alimentación, como denuncia UGT.

La recuperación económica, la que no perciben ¡7 de cada 10 hogares!, se basa en mayores beneficios empresariales a costa de una «devaluación salarial de caballo», en palabras de Josep Borrell. Y es que entre el 2009 y el 2016 los salarios reales han caído un 5,4% de media y hasta un 20% entre los de «peor calidad». Aun así, Báñez insiste en que esta recuperación es «sana, sólida y social» y «no deja a nadie atrás», pero los datos que la contradicen son abrumadores. Fue Bruselas quien alertó sobre el alza de la desigualdad y la exclusión social en su Informe España 2017, y es el mismo Banco de España quien señala que el paro sería del 30% si se tuviera en cuenta el «subempleo estructural» de personas forzadas al trabajo parcial. Añadamos que hay 1,8 millones de ocupados menos que en el 2008, según la EPA del segundo trimestre de 2017.

Cifras y más cifras por lo visto vacías que se caen de la mesa de una ministra que jamás ha cotizado en una empresa privada ni opositado a una pública, que encomienda la resolución de los problemas que le atañen a la Virgen del Rocío y que se sumerge en la autocomplacencia como Cleopatra en leche de burra. En realidad es todo su partido el que se mueve con comodidad en cualquier terreno (incluido el fango de la corrupción), consciente de que difícilmente bajará de un 28% o un 30% de los votos en unas elecciones generales a corto plazo, un suelo de cristal que como vemos cada día le sirve para manejarse como si fuera una mayoría.

¿Y los demás? Construir alternativas requiere concreción y compromiso fuera de las propias zonas de confort, de discursos voluntaristas... y, por lo visto, de ¡donaciones!. Pero algunos son más de esperar, que los números un buen día cuadren, que las cosas se desgasten por su natural y que los males mueran en la cama por sí solos... En este país no sería la primera vez. H *Periodista