Justo antes de comenzar a redactar este artículo, en mi repaso matinal a los titulares de prensa, leo que el ejército israelí mató el día anterior a cuatro adolescentes palestinos en tres sucesos diferentes: una muchacha de catorce, dos chicos de quince y un cuarto de diecisiete. Muertes que, como es natural, no merecen una mísera palabra por parte de la comunidad judía en España. Una comunidad judía que ha anunciado que va a presentar una demanda contra la revista satírica El Jueves, por unas viñetas en las que se realiza una crítica hacia Israel y que dicha comunidad tacha de antisemitas y propias del ideario nazi.

Las viñetas en cuestión realizan una dura crítica de la realidad a la que Israel somete a los palestinos e ironizan sobre la idea de pueblo elegido, tan cara al ideario sionista. No hay en las mismas ninguna condena del judaísmo que pudiera hacer pensar en tintes antisemitas o connivencia alguna con el ideario genocida del nazismo. Tan solo una crítica, muy dura, sí, en clave de humor, de las atrocidades que Israel perpetra a diario y con total impunidad contra el pueblo palestino.

Israel, que lleva años haciendo oídos sordos a las resoluciones de la ONU, lleva a cabo una sistemática política contraria a los derechos humanos, en la que se destruyen casas de palestinos, se les impide la movilidad, se levantan muros, se humilla a la población, se la estrangula económicamente, se le impide la participación política, se le niega el derecho al retorno a su tierra. A lo que hay que añadir el incesante goteo de muertes que el ejército y la policía israelíes provocan entre la población civil palestina.

Resulta indignante, por ello, que quienes callan ante estas atrocidades, quienes, incluso, son cómplices de las mismas, al identificarse políticamente con un estado genocida, acusen a una revista satírica de posiciones cercanas al nazismo. Hasta donde yo sé, los nazis no dibujaban viñetas, sino que eliminaban a sus enemigos, especialmente judíos, pero también eslavos, comunistas o republicanos españoles. Política de eliminación del enemigo en la que Israel, por desgracia, se ha convertido en aventajado discípulo. Probablemente, muchos de esos judíos exterminados por el terror nazi, y precisamente por su condición de víctimas de la injusticia y la barbarie, denunciarían los métodos, brutales e inhumanos, que en la actualidad utiliza Israel.

El reconocido sufrimiento del pueblo judío en la época nazi no puede convertirse en carta blanca para los que se reclaman sus herederos. En todo caso, ese sufrimiento inimaginable, su memoria, debiera ser el antídoto más potente que nos llevara a denunciar el Mal allá donde apareciera, sin mirar quién lo lleva a cabo. Precisamente porque nos sentimos solidarios con el pueblo judío que sufrió el terror fascista, porque nos sentimos herederos de todos aquellos que lo experimentaron, entendemos necesario denunciar las nuevas formas de opresión, totalitarismo y barbarie, aunque quienes las lleven a cabo en la actualidad sean descendientes de quienes la sufrieron. Pues el dolor de sus antepasados no disminuye ni un ápice la ignominia de sus políticas. En una de las mencionadas viñetas, un soldado judío mea encima de un árabe mientras le dice: "mis abuelos estuvieron en un campo de concentración", a lo que el otro contesta, "pero oiga, ¡qué culpa tengo yo!". Ese es el tenor de las viñetas que tanto han ofendido a la comunidad judía en España. Si esta comunidad quiere honrar a sus antepasados, en lugar de atentar contra la libertad de expresión, bien pudiera aplicarse a denunciar la barbarie, la inhumanidad, la violencia indiscriminada, la violación de los derechos humanos; aunque quien las practique sea el estado de Israel. Y que nadie se equivoque interesadamente: esta líneas no están cargadas de antisemitismo, sino de antinazismo, independientemente de si ese nazismo es practicado por alemanes o por israelíes.

Profesor de Filosofía, Universidad de Zaragoza