El Ayuntamiento de Zaragoza también padece el síndrome del diálogo imposible, Es una enfermedad de las entendederas que mantiene a quienes la sufren encerrados en su propio yo colectivo, atentos exclusivamente a su propio argumentario, cocidos en su propia salsa. Ya no es posible ni celebrar plenos, Las partes se tiran a la cara réplicas feroces. No hay forma de acordar nada. Y mientras ZeC acusa a los demás de haber hecho una moción de censura encubierta, estos claman contra el autismo de los comunes y algunos volvemos a preguntarnos por qué Santisteve no plantea una cuestión de confianza. Que para seguir así...

Servidor ha sido siempre partidario de la discusión y la polémica, e incluso hubo momentos en los que advirtió de la sobrevaloración de los consensos, sobre todo cuando estos son producto del pasteleo y el intercambio de cromos. Pero de ahí a romper todos los puentes, desconectar toda línea de comunicación y atrincherarse en la bronca... media una respetable distancia. Claro que esto no sólo pasa en la Ciudad Inmortal, sino en el ámbito político superior, la Tierra Noble autónoma, donde Lambán y el podemismo se incomunican de forma sistemática. Y no digamos en España, fracturada en no sé cuantos paises diferentes (en lo ideológico, lo territorial y lo cultural). Ayer, un lector me decía que esta absoluta división empezó antes de que el independentismo catalán rompiera la baraja. Tiene razón. pero convendremos en que el estallido de los nacionalismos (centrípeto y centrífugo, claro) ha llevado la locura a su máximo climax.

Cualquier pacto parece imposible, porque en las rebatiñas paralelas, cada frente o tribu o secta entrecruza con su respectivo contrario invectivas y ataques de idéntica naturaleza: alcaldes señalados contra alcaldes procesados, democracia española contra democracia catalana, bandera contra bandera, izquierda socialdemócrata contra izquierda alternativa, trabajadoras del 010 contra trabajadores de Zaragoza Desarrollo Expo... Dan ganas de mandarlos a todos a la mierda.