T ras cinco años de colaboración quincenal ininterrumpida en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN suspendo mis artículos, al menos por un tiempo indefinido. No hay ninguna razón especial sino que cuatro ideas que creía tener, especialmente sobre política, me da la impresión de haberlas repetido ya suficiente número de veces como para estar abusando de la paciencia de mis lectores. Gracias a todos los que me habéis leí- do y especialmente a los que me habéis criticado, por lo que supone de vuestro tiempo para la lectura y aún más para la crítica.

Parece como si el tempo político se hubiese quedado detenido. En España, en Europa y en Estados Unidos, por nombrar los tres escenarios más incidentes en nuestras vidas. Da la impresión de que es la ciencia y la técnica las que únicamente condicionan nuestras existencias. La política, que es la ciencia más al alcance de nuestra mano, avanza poco, si no retrocede. Lo viejo fenece y lo nuevo no aparece. La gente sufre innecesariamente ante la indiferencia de los confortablemente establecidos. El mundo privilegiado se desentiende de los mundos que no llegan a un mínimo de dignidad humana. Por eso celebramos todos los días del año «el día de…». Nuestras conciencias descansan con esos «días de…» y con las distintas oeneges la mayoría de tipo caritativo. La poética cinematográfica de Buñuel se extendía mucho en esa idea de que cuando no hay justicia abunda la caridad. Y en el medievo, los ricos hacían ostentación de su fortuna por el número de pobres que mantenían con sus limosnas. Es como si las desgracias ajenas nos recordasen lo confortable de nuestra existencia.

El momento en que suspendo mi colaboración coincide con el comienzo de una legislatura, por fin normal, en España. Tras un año de fuertes emociones y de idas y venidas intra y extra partidos políticos, se impuso el sentido común y formó gobierno el partido al que la mayoría de los españoles había votado. Ya sé que la mayoría parlamentaria podría haber posibilitado otro tipo de gobierno, pero razones tácticas, políticas y personales lo impidieron. Ahora comienza el tono gris y cotidiano de la vida política y parlamentaria. Se han acabado los numeritos circenses y los espectáculos tan mediáticos como poco operativos para la transformación de nuestra sociedad.

También en Europa nos encontramos en un momento de incertidumbre económica y política, con expectativas populistas de extrema derecha a la puerta de los gobiernos. Que vienen los bárbaros se titulaba un ensayo de los años setenta, precisamente en un momento semejante al actual. Italia celebra mañana domingo un referéndum al que Matteo Renzi vincula su continuidad y que los sondeos dan el NO como vencedor. Francia celebrará en Mayo elecciones presidenciales con unos sondeos que dan a Marine Le Pen la mayoría en la primera vuelta. Esperemos que el cordón sanitario republicano francés detenga la catástrofe. En Austria podría gobernar un partido fascista. Y en otros países europeos existen ya o existirán gobiernos peligrosos de extrema derecha, impensables en la Europa de los derechos humanos.

En Estados Unidos acaba de ser elegido un producto del más viejo populismo de derecha y que ha sembrado todo tipo de dudas en el mundo, ya que estamos hablando del país más fuerte e influyente. Todos confiamos en que Trump ejerza de político e incumpla sus amenazas esparcidas durante la campaña electoral. Supongo que se repetirá el «éxito» de Reagan, lo que puede suponer un retroceso mundial desde una perspectiva de progreso.

Y para finalizar, acaba de fallecer Fidel Castro, el último icono del espíritu revolucionario del siglo XX. Como auténtico líder revolucionario con influencia mundial, al menos espiritualmente, Fidel Castro representa lo mejor y lo peor de los personalismos elevados a la enésima potencia. Junto a sus logros de independencia, sanidad, educación y dignidad cubanas frente al imperialismo acosador y reduccionista, cometió el enorme error de no saber retirarse a tiempo. Los caudillos viven su sentido histórico hasta su muerte, soportan mal la disidencia y se sienten elegidos por los dioses para configurar la historia de sus pueblos.

Es, pues, un buen momento para hacer mutis por el foro y dedicarse a observar y reflexionar con un mayor distanciamiento de la inmediatez, sin urgencias ni recetas ni consejos. Espero que esta fase de sequedad espiritual revierta y se traduzca en algo más reflexivo hacia mí mismo y quizás hacia los demás. Estos cinco años han constituido un tiempo gozoso que me ha permitido hablar conmigo mismo en presencia de todos ustedes. EL PERIÓDICO DE ARAGÓN ha sido una generosa plataforma que lo ha hecho posible. Gracias a todos.