Abochornado por el sectarismo con que se ha tratado en determinados ámbitos al nuevo secretario general del PSOE, al que se calificó de miserable sin escrúpulos y cuyo triunfo se ha comparado con el brexit británico, me siento obligado a buscar explicaciones a lo ocurrido en las primarias.

En aquellos ámbitos que no esperaban este cambio en la representación política creían que sumando las jaculatorias de la candidata, más el apoyo de las viejas glorias del socialismo, junto al visto bueno de los poderes mediáticos, así como la apuesta de los territorios y la «imparcialidad» de la gestora, las primarias se convertirían en un paseo militar. Por eso cada uno ha ido actuando conforme al guion previsto, hasta la derrota final, que no entienden. Reaccionando de manera improvisada y cerril, en algunos casos. Seguramente porque asumir el resultado no es lo mismo que entenderlo, y menos que respetarlo. Decía Churchill que «en la derrota, inteligencia y en la victoria, generosidad».

No han entendido que cuando los partidos dejan de ser la representación social frente al poder político para pasar a representar al poder político frente a la sociedad, se trastoca el papel y el sentido de estas organizaciones y surgen modelos nuevos de representación y organización. Ahí está el fenómeno Macron en Francia y una organización de la candidatura de Pedro Sánchez en base a las redes, la voluntad y el compromiso militante.

No han entendido que al no ofrecer cauces de participación a los afiliados, sin que estos tengan que estar interesados en hacer una carrera política o una profesión de político para toda la vida, buscarán la primera oportunidad para canalizar sus inquietudes.

No han entendido que la mayoría de los militantes perciben el aparato socialista como una organización donde prima más la lealtad al líder que el mérito, la capacidad y el compromiso.

No han entendido que nos ha faltado decirnos la verdad, cuando por ejemplo perdimos el 7,5% de votos en la comunidad autónoma o cuatro concejales en el Ayuntamiento de Zaragoza. Lo vistieron como un triunfo, eludiendo cualquier responsabilidad. Pero también en los órganos internos de participación. ¿Cuántas veces callaron dentro las críticas que hacían a la salida del comité federal? No han entendido la incredulidad ciudadana, al vincular la recuperación electoral socialista con el triunfo en las primarias de la otra candidatura. De sobras sabemos que el declive electoral del PSOE no es un fenómeno aislado. La gran caída electoral se produce en 2011, con Alfredo Pérez Rubalcaba, y entonces nadie sabía quién era Sánchez y Podemos no existía. La crisis del PSOE, como la de la socialdemocracia en general, empieza con la respuesta a la crisis económica del 2009. Mientras a comienzos de este siglo la socialdemocracia representaba dos de cada tres países de la UE, actualmente el apoyo oscila entre el 20 y el 25% de los votantes

No han entendido que la abstención sin consultar a los afiliados, de obligado cumplimiento para todos los diputados socialistas, a cambio de nada, era un trágala difícil de justificar.

No han entendido que cuando se obtienen menos votos que avales, (en Aragón 1.000 votos menos que avales para Susana Díaz) rechina tanto el sistema que los desacredita. Por eso ha ganado Sánchez, avalar no es votar y en esa diferencia está la síntesis de los males del funcionamiento interno del partido socialista. Cuando se avala cediendo al compromiso, la insistencia o «los condicionantes del aparato», solo la libertad de las urnas muestra la realidad del sentimiento.

No han entendido que tras su liderazgo hay un proyecto, una propuesta de partido, que trata cuestiones tan fundamentales como el modelo de estado, la política de alianzas, la redistribución fiscal, la sostenibilidad del desarrollo, la dimensión europea de la socialdemocracia. Y lo hace sin radicalismos y sin izquierdismos, desde la sensatez, la coherencia y la responsabilidad, pensando más en el futuro que en el pasado .

Por eso, cuando la responsable de organización de los socialistas aragoneses afirmó el pasado lunes que «en Aragón la comisión ejecutiva regional no ha salido debilitada porque ha sido una encuesta entre los afiliados, nada más», muestra que no han entendido nada.

Es necesario recomponer la unidad en el partido socialista pero esta no debe ser de fachada, sino en torno a un proyecto, el que los afiliados han escogido con su voto. Muchas veces la arrogancia ciega y la soberbia impiden ver la realidad de los hechos. Que no vuelva a suceder.