Coca Cola, la chispa de la vida, y Macron, de la UE. Adorable el francesito treinteañero que lidera la vieja Francia, y que está marcando el compás de la maltrecha melodía europea, y por qué no, de la internacional. Olé por un líder que es capaz de colocar en su sitio a más de un colega que va de sobradito. Bestial su forma de ponerle los puntos sobre las íes a un Trump neanderthal, anti Tratado de París, al subvertir el slogan nacionalista empleado por el americano en las elecciones presidenciales, y convertirlo con ironía en un “Hacer de nuestro planeta algo grande otra vez”, con ánimo de cuestionar y poner en entredicho las desafortunadas políticas del vikingo. Pero lo mejor, que después de semejante hazaña se marque un órdago de campeonato con ese guiño cómplice que con su apretón de manos le daba al trol yanqui durante la cumbre de los G-20 y que tanto importunaba a su homóloga alemana, una Merkel que por poco enajena repentinamente. Pero no contento con ello, el gabacho, hábil y estratega donde los haya, ni corto ni perezoso, concede los honores de invitados especiales, al patito americano y su esposa, para la celebración de la fiesta nacional francesa, todo ello en un momento delicadísimo para el ex magnate, que se encuentra en plena tormenta política por la trama rusa. No está mal la estrategia del recién coronado en los Elíseos, que juega a una de cal y otra de arena con el pope americano al que le va la marcha. Ojo al dato, que todavía acabaremos asistiendo a una capitulación trumpiana al savoir faire macroniense.

*Periodista y profesora de universidad