Que la economía española, en sus grandes datos, da pasos hacia la recuperación es algo que no niega ni el opositor más cerril al Gobierno. Otra cuestión es el bienestar real de gran número de ciudadanos para los que sigue siendo una durísima montaña el pago de la hipoteca o del alquiler, llegar a final de mes o sencillamente tener un trabajo con un salario digno. Es razonable agarrarse a la esperanza por los llamados brotes verdes, aunque surjan por el efecto rebote. Cuando se ha caído tan bajo, resulta casi inevitable que algún día llegue el repunte, y más con la política de recortes y de austeridad del Ejecutivo. Así, el Instituto Nacional de Estadística ha confirmado que el PIB creció un 0,6% entre abril y junio --y un 1,2% de tasa interanual-- gracias a la demanda interna, por el mayor consumo doméstico y de la inversión. Por contra, las exportaciones, que habían sostenido a la economía española en los días más duros, pierden fuelle .A ese aumento del PIB se une la creación de 127.000 empleos en un año. Ahora bien, la precariedad lastra esa mejora del mercado laboral.