El recién elegido secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, demostró el viernes en Zaragoza que se ha tomado muy en serio su carrera contra el tiempo para consolidar su liderazgo y presentarse como alternativa real al PP de Mariano Rajoy ante los comicios del 2015. No solo estrenó un novedoso formato de encuentro directo con los ciudadanos para contestar a sus preguntas en un minuto, sino que mantuvo otros contactos con la sociedad aragonesa. Pude asistir a uno de ellos, un almuerzo con representantes de la sociedad civil organizada (empresarios, financieros, sindicalistas, creadores culturales...). Constaté que Sánchez realmente aterriza en la escena política con el objetivo de hacer propósito de enmienda, y no para ocupar el espacio abandonado por Alfredo Pérez Rubalcaba. Liberado de etapas anteriores, apuesta por reformas profundas y estructurales, y por un aire de cercanía controlada.

En la distancia corta, se muestra permeable, muy dispuesto a escuchar y a entablar diálogo. Explica con método académico los cuatro grandes ejes que van a guiar su acción política al frente del PSOE y de la oposición parlamentaria, así como sus compromisos posteriores si tiene opciones de gobierno. Expone como máxima preocupación, y primer eje, combatir la desafección ciudadana que ha generado el peligroso binomio que supone la falta de respuestas políticas ante la crisis unida a la corrupción política. Está dispuesto a plantear medidas concretas al respecto, como apear de las listas a los implicados, reformar el Código Penal, modificar la legislación mercantil para que los condenados por corrupción respondan con su patrimonio, e incluso acepta el debate para cambiar la ley de enjuiciamiento criminal.

Sánchez aboga también por una regeneración económica, su segundo gran eje. Según su análisis, los indicadores del país siguen igual o peor que en el 2008, atendiendo a parámetros como la competitividad, el endeudamiento, la baja productividad o la escasa calidad institucional. Su receta pasa por identificar los motores de crecimiento e incentivarlos, básicamente con un plan para la reindustrialización del país y un pacto energético para abaratar los costes del suministro eléctrico. Para el líder socialista, el gran desafío que ha dejado la crisis es la necesidad no solo de blindar el Estado del Bienestar, sino de financiarlo, para lo que hacen falta políticas de crecimiento. En un guiño al centro, tiene claro que esas partidas de estímulo deben venir además de una revisión a fondo del gasto social y de un control del sector público que incluya una reforma de la administración y de la arquitectura institucional. Sería su tercer vector, unido a una revisión de los procedimientos para clarificar y garantizar la mayor transparencia de los órganos constitucionales comenzando por la equidad en los métodos de selección.

El último gran plano de actuación que pretende llevar adelante es la mejora de la proyección internacional de España, que hoy, a su juicio, no cuenta en los debates. Y enarbola la importancia del PSOE en la familia socialista, para establecer políticas conjuntas con el resto de los países europeos que tuerzan el brazo de la austeridad y el rigorismo de Merkel y los conservadores. Sánchez parece convencido que las soluciones tienen que ser mancomunadas con los socios europeos o no servirán. Con el plan soberanista de Cataluña como desafío inmediato a solucionar, valora muy positivamente el resultado del referéndum en Escocia y el modo en que Cameron ha jugado sus cartas, defendiendo con firmeza la legalidad pero abogando en paralelo por una tercera vía que permita una salida al cada vez más evidente choque de trenes entre Rajoy y Mas.

En el debate no rehúye otros asuntos incómodos para su organización, y es consciente de que el escenario preelectoral del 2015 será complejo, con tensiones a la izquierda (Podemos, IU, nacionalistas periféricos...) y a la derecha (con el PP apelando al voto del miedo), pero intenta insuflar optimismo, ambición y convencimiento de que el gran reto que tienen los socialistas es recuperar la credibilidad. Consciente de que hoy la política solo puede triunfar si resulta convalidada día a día por los ciudadanos, no solo con su voto en las urnas, sino con una fiscalización y una participación constantes.

Con su encuentro ciudadano en Zaragoza, que se repetirá en decenas y decenas de ciudades de España en los próximos meses, el dirigente socialista demuestra que quiere dar ejemplo de renovación comenzando por el método. No parece mal camino, después de años de desafección entre una ciudadanía cargada de argumentos para desconfiar de la política y de los políticos. Es difícil evaluar si obtendrá resultados, pero no dejó ninguna duda de que está dispuesto a hacerlo transmitiendo una imagen de normalidad, de sentido común y de complicidad inhabitual hasta ahora en los líderes de los partidos dominantes. Incluidos ciertos barones regionales de su partido que, a diferencia de un Sánchez libre de cargas, tienen mucho que perder.