Existen tantas formas de convivencia como personas conformamos la sociedad y es que esto es algo tan subjetivo, que no podemos entender nuestras vidas de una forma aislada y egocéntrica en todo el conjunto; por todo ello deberíamos reflexionar sobre cuáles deben de ser las fórmulas en las que basar la tan ansiada y necesaria convivencia.

Estamos ante un sistema que se basa más en demandas que en aportaciones y con unas condiciones de insatisfacción permanentes, nadie alcanza al máximo lo deseado, salvo alguna excepción que está más basada en la conformidad. Descartes en su discurso sobre el Método, nos viene a plantear que "no hay nada más repartido que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente" y sin duda esta convicción es la que en muchas ocasiones no nos permite dar entrada a la diversidad de criterios, que sin duda enriquecen todo nuestro espacio.

Generosidad para con nosotros mismos es lo que nos debería llevar a entender que, el resultado de una mayor globalidad en la aceptación de compartir fórmulas que se complementan con las nuestras, es garantizar un resultado de equilibrio y bienestar en nuestro espíritu, además de adaptar una mente abierta a todo que nos rodea.

Por tanto, si en las elecciones del 20 de diciembre hemos querido hacer realidad esa diversidad como fórmula enriquecedora de modelos diferentes en nuestra convivencia, no podemos ahora, exigir que los que nos deben gobernar lo hagan bajo premisas exclusivistas que marginen al resto, esto es un error que debemos de ser conscientes que no conduce a otro lugar que a la revancha.

Todos los partidos que han concurrido a las elecciones, lo han hecho bajo un programa o modelo de sociedad que tenía solo que ver con su forma de pensar o ideología y que si los ciudadanos hubiesen votado unánimemente a uno de ellos, sería esa fórmula la que deberíamos demandarle. Eso nunca sucede y en esta ocasión mucho menos, pues el mensaje que subyace a la voluntad popular expresada es que la convivencia que deseamos debe de ser compleja y diversa y quienes se pongan al frente de nuestro destino, lo deben hacer teniendo presente esta realidad, que es muy probable que no sea la que más satisfaga, pero no lo será para ninguno de nosotros; la mejor condición que debe de darse, es que en ese espejo en el que todos nos miramos, no quede nadie fuera de la imagen, unos lo serán de forma más patente y clara y otros más dispersos o tenues, pero nada es eterno y todo es cambiante porque estas son las reglas de la democracia.

La realidad es un camino que no siempre es recto, tiene curvas, pendientes y baches, pero es importante que exista, para de esa forma garantizar que vivimos en unas condiciones en las que nos sentimos siempre identificados, esta es la importancia y el valor del individuo, somos irrepetibles en todo el conjunto, pero si debemos de conseguir ser complementarios y no eliminatorios, porque esto nos da la fuerza y la garantía de un sistema completo y con mayor futuro y sobre todo la realidad de que nuestra libertad no es más que una parte de la de todos, que la ausencia de alguien, empequeñece la nuestra.

Permitamos que las fórmulas que se planteen para establecer el Gobierno de nuestra Sociedad, sean lo más acogedoras para todos y admitamos que no veamos en ellas la totalidad de nuestra convicciones, pues ello nos permitirá la sincronía de una vida más en convivencia, basada en esa diversidad donde nos encontremos y seamos partícipes.

Presidente de Aragonex