Presuntos ladrones, supuestos estafadores, mentirosos compulsivos, imputados, procesados, condenados... Todos se reunen en la cárcel de Soto del Real, convertida en ombligo penal de las Españas. Llegan desde la periferia y del centro. Patriotas centrípetos como Granados o González; patriotas centrífugos, como Pujol junior; patriotas atlánticos, como Díaz Ferrán. Allí intercambian anécdotas, le piden libros al bibliotecario Conde (Mario, gallego de pro) y se preguntan por qué a ellos, por qué les pillaron y no hubo fiscal amigo ni juez comprensivo ni ministro cabal que les librara de la maldición. Otros sí lo consiguieron, ¿no?

Pero ese famoso talego o estarivel de la comunidad madrileña (aunque acoge huéspedes de la rebelde Cataluña) se alza hoy cual símbolo y estandarte de un país de países que se desquicia por casi todos ellos. Porque a la postre son territorios aquejados de idénticas virtudes y similares defectos, cuyos dirigentes, en el fondo, comparten muchas cosas. Algunos, las rejas.

La corrupción hermana a los pueblos, y les somete a un mismo desafío que no solo atenta contra el bolsillo del contribuyente sino contra los derechos democráticos. Los corruptos y sus defensores más o menos explícitos comparten la misma voluntad liberticida. En Madrid, los probables chanchullos que involucran al fiscal jefe, al fiscal jefe anticorrupción e incluso a ministros y altos cargos de la Administración Rajoy. En Barcelona, la deriva soberanista que avanza a partir de sus inequívocos orígenes tresporcientistas hacia un independentismo impuesto desde arriba, manejado con criterios que desprecian la soberanía nacional (la de Cataluña, quiero decir).

Las voces de la patria dicen desde el españolismo que es preciso frenar la actuación judicial contra la corrupción y sus ecos mediáticos, porque ambos fenómenos benefician a los antisistema. Desde el catalanismo, gritan que es la hora de forzar las reglas del mismísimo Parlament para que el procés no se detenga por tontos escrúpulos democráticos.

Mañana más. Que no decaiga.