El constante movimiento de piezas en la partida que se juega en el tablero catalán va dejando como noticias de escaso seguimiento algunas que no deberíamos perder de vista. Discreto ha pasado el recuerdo de la quiebra de Lheman Brothers en 2008, pistoletazo de salida de una crisis o estafa financiera en la que todavía chapoteamos. El entonces gallito europeo Nicolas Sarkozy se postuló como adalid para reformar el capitalismo. Palabras en caliente, de las que nunca más se supo, lanzadas para atemperar temores de respuesta imprevista en sociedades acostumbradas al estado del bienestar. Nueve años después, las consecuencias de aquella caída de fichas en cadena y los engaños que se sucedieron persisten, y de qué forma. Por aquí, los recortes y la devaluación del país a escote fue la fórmula magistral elegida para el hipotético resurgimiento. Con el agua al cuello, otra vuelta de tuerca se gestó con el rescate de la banca. No nos iba a costar ni un euro, dijeron. Coincidiendo también con fechas soberanistas, el Banco de España da por perdido el 75% del rescate bancario, solo se recuperarán 14.000 de los 54.000 millones de euros «inyectados». Suma y sigue. El Gobierno, que tímidamente se postuló a la vuelta del verano por subir los salarios, rectifica y cierra filas para frenarlos. La oficina estadística europea, mientras tanto, muestra que el coste laboral (el gasto que realizan las empresas por trabajador en sueldos y cotizaciones) en España retrocede al tiempo que se recupera en la eurozona. Hay que estar atentos a algo más que el 1-O. H *Periodista