Como hace un año, pero peor. La quiebra de Lehman Brothers, cuarto banco de inversión de Estados Unidos, es la nueva pieza caída del entramado financiero que empezó a tambalearse a principios de agosto del 2007 con la crisis de las hipotecas para insolventes (subprime) y que recorrió todo el espinazo de un modelo de apoyo mutuo de toda la red bancaria global. Al principio se habló de grietas en los tabiques, que siempre podían dejarse caer porque quedarían las paredes maestras. Ahora las grietas aparecen también en algunos de los pilares.

DINERO PÚBLICO La semana pasada, el Gobierno de Bush y la Reserva Federal (Fed) intervinieron las dos aseguradoras hipotecarias más importantes de EEUU (Freddie Mac y Fanny Mae), con la justificación de que eran su garante último. Lejos de calmar el ánimo de los especuladores, lo alimentaron: si había dinero público para unos, también aparecería para los demás. El primer candidato era Lehman Brothers, el banco de inversión con grandes riesgos en el mercado hipotecario y que no daba señales de haber hecho sus deberes. No hubo rescate público --aunque sí crédito de la Fed-- y reconoció su insolvencia sobre unas inversiones de 50.000 millones de dólares. Sus accionistas han perdido casi toda la inversión y sus clientes, bancos comerciales de todo el mundo, tratan de conocer en cuánto les afecta. De ahí el cierre del interbancario y la necesidad de que el Banco Central Europeo tuviera que hacer préstamos para evitar males aún mayores.

No es previsible que la tormenta amaine, porque hay indicios de que otros bancos de inversión (los que especulan, a diferencia de los comerciales como los españoles, que solo toman y prestan dinero) pueden seguir la senda de Lehman Brothers, cada vez que se acerque el momento de presentar resultados trimestrales.

INMORAL Tal desaguisado solo tiene una explicación: la imposición de los principios neoconservadores (neocon) de desregulación total del sistema financiero mundial de los años 90, con la aquiescencia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La supuesta autorregulación del sector, con sus auditoras privadas (como la desaparecida Arthur Andersen) y las empresas de calificación de riesgo (rating), que aún no han afrontado su responsabilidad, se ha revelado inútil. Y ahora hay que pagar entre todos, como contribuyentes o como ahorradores. Es inmoral y hay que recordarlo cada vez que quiebre un banco.