En medio del seísmo que provocó en España, y prácticamente en toda Europa, la ley del aborto del PP, Gallardón dijo muy ufano que llevaría su cruzada antiabortista hasta otros parlamentos europeos, que acabarían modificando sus legislaciones en la materia. Eran los meses previos a las elecciones europeas que pronosticaban grandes avances de la extrema derecha y el ministro de Justicia se regocijaba de haber elaborado la ley más progresista y avanzada de este Gobierno, porque "acababa con el mito de la superioridad moral de la izquierda". En España las críticas surgieron desde sectores absolutamente impensables, como destacadas e influyentes asociaciones católicas y autorizados miembros del PP, entre ellos varios presidentes autonómicos. No todos, claro está; no olvidemos que nuestra presidenta Rudi negó públicamente cualquier derecho a las mujeres para decidir sobre su maternidad. A pesar de que el 83% de los españoles y el 65% de los votantes del PP se manifestaron en contra de la ley, el Gobierno de Rajoy, sin la más mínima disidencia, hizo suya la minoritaria voz del nacionalcatolicismo español y aprobó la ley. "Es una deuda histórica y moral ayudar a España para evitar que se instale el miedo y la oscuridad", escribió The Times, el periódico de referencia del centroderecha europeo. Pero Rajoy siguió adelante hasta que el resultado de las elecciones europeas le demostró que había errado el tiro al pretender una reconquista ideológica de los sectores más ultraconservadores. Y ha dejado a Gallardón sin su cruzada. Periodista