A fuerza de vivir instalados en el engaño llevamos camino de convertir la mentira en decreto ley. Y como parece que nos da lo mismo ocho que ochenta nadie se toma la molestia de poner las cosas en su sitio, aunque solo sea para dar mejor imagen en el exterior. Da la impresión de que hinchando la cifra de parados solo se persigue minimizar los efectos del drama: mal de muchos-, porque alguna razón habrá para mantener durante tanto tiempo semejante desbarajuste. En el debate de investidura Rajoy cifró en 5,5 milllones los españoles que quieren trabajar y no pueden. Esta semana ha rebajado la cifra a 5,3 millones, y con eso y con todo la diferencia entre lo que avanza Rajoy y los datos oficiales del Servicio Público de Empleo es de 900.000 personas. No voy a entrar en el embrollo que se llevan el INEM y la EPA para medir parados. Mientras el primero se basa en los que se toman la molestia de ir cada tres meses a las oficinas de empleo a gritar que existen, la segunda se basa en encuestas telefónicas a personas que querrían trabajar, sí, pero que esperan que vayan a buscarlas a casa porque, mayormente, en casa se está muy bien. A uno de enero de 2012 la cifra oficial de parados es de 4.422.359. No se sabe qué porcentaje de estos son prejubilados mayores de 58 años que siguen engrosando las listas aunque no demandan empleo, más que nada porque cualquier empleo que les propusieran les generaría menores ingresos. Con tantos economistas y estadísticos en paro no sé por qué no se empieza a regular de una vez un asunto de tanta trascendencia.