Decía el gran Sciascia en Todo modo que lo imprescindible para un pintor, por encima de su inspiración y talento, es trabajar en el estudio con los pies calientes, porque con los pies fríos sólo se pintan malos cuadros, y esa recomendación parece haberse traspasado a la política española, al deshelarse la frialdad entre los principales partidos y caminar Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, andar ambos quevedianamente calientes por la senda constitucional, y ríase la gente.

Poco se habrá reído en Barcelona el amigo Carles Puigdemont, cuya cabeza caliente, en combinación con sus fríos pasos sobre el hielo anticonstitucional, le vienen inspirando una obra que, pretendiendo ser original e independiente, huele a los rancias aspiraciones del PNV, a cantonalismo, ideología vieja, cuartelada y sacristía, menos noucentista que decimonónica, en cualquier caso sediciosa.

Sánchez y Rajoy han venido a decir al Puigdi que no van a caminar juntos, que prefieren hacer solos el camino de Santiago, que es eterno y siempre bendice el poder bipartito en esta España ora de pies calientes, ora de pies fríos, ora pro nobis. El santo apóstol, no desde la estelada, sino desde los campos estrellados de Finisterre ha señalado a Sánchez el camino de la verdad y esa piedra con la que podrá fundar su nuevo y socialista cónclave y quien sabe si regir esta España claustral.

Los otros dos peregrinos del Grial del poder, Pablo Iglesias y Albert Rivera, van más retrasados en la ruta y no tan calientes como los priores de las órdenes pedrista y marianista, el padre Mariano y el padre Pedro, que han pasado de llevarse como jesuitas y dominicos a compartir la comunión de Moncloa, dejando a Puigdemont con Pujol el apóstata y con esa madre superiora celestina de divisas y trataconventos andorranos.

En su nueva etapa, Rajoy y Sánchez están a punto de alcanzar a Cánovas y a Sagasta, descubridores del camino de la Restauración y ciertamente ejemplares en su vocación de alternancia o relevo. En sus confidencias van hablando de lo divino y lo humano, de los enemigos comunes, que tanto unen, y de la hermosa misión que los fieles súbditos españoles les han encomendado para detener la heterodoxia yihadista, conjurar su espada y también el bolivariano hierro de Nicolás Maduro y su legión de revoltosos diablillos de pies fríos. Pedro ha vuelto, alabado sea.