Y en esto, se fue Fidel. «Consagró su vida a la solidaridad y encabezó una Revolución de los humildes, por y para los humildes». Así lo veía él y así lo contó su hermano Raúl durante los fastos fúnebres del que ha sido uno de los actores internacionales más relevantes del siglo XX. Para unos, fue un libertador; para otros, un «brutal dictador», así lo calificaba la bomba Trump, que por mucho que cacaree y amenace con acabar con el reciente acuerdo con Cuba, no lo hará, pues los intereses económicos y comerciales estadounidenses se imponen. En cualquier caso, bueno o malo, es innegable que Fidel deja un vacío simbólico tanto en la isla como en la esfera política internacional. Pero, su estela sigue viva y guiando el destino de la Perla del Caribe. No es casual que la Revolución cubana comenzará su andadura con esa marcha simbólica por la libertad que Fidel protagonizó de Santiago a La Habana, y que sea precisamente ese, el camino que hoy están recorriendo las cenizas del comandante en jefe. Se cierra el círculo. Después de casi 60 años de Revolución, ha llegado la hora de avanzar, de apostar por aquel ideal que sobrevoló inicialmente el proyecto castrista, pero que cayó presa de las ideas en perjuicio de las libertades y los derechos de aquellos a los que libertó y por los que pretendía luchar. Es momento de volver a los orígenes y recuperar la esencia de aquel movimiento que nació por y para el pueblo, pero que en el caminar perdió su norte. Ojalá que el «Castro Ave Fénix», el originario, renazca de sus cenizas y el pueblo cubano recupere su libertad.