La Generalitat pretende convertir el canal de Segarra-Garrigues, que había de llevar agua del Segre a futuros regadíos en la plana de Lleida, en el instrumento de un trasvase de hecho cuyo objetivo serían municipios integrados en las llamadas cuencas internas de Cataluña e incluso al área metropolitana de Barcelona. Puede que el citado canal siempre tuviera como función crear una malla que unirea caudales de la Cuenca del Ebro y de las denominadas Cuencas Internas de Cataluña. De hecho, sus iniciales intenciones agrarias se han difuminado a lo largo de los años, porque no permitirían amortizar los cerca de dos mil millones de euros que cuestan las obras. La coartada del regadío ha dado paso, una vez más, a otras intenciones mucho menos bucólicas. Ahora, el canal en cuestión aparece como una contribución a la soberanía catalana, en este caso contribuyendo a una plena independencia hidráulica.

En una evidente contradicción, los nacionalistas de la comunidad vecina reclaman mayor caudal ecológico en la desembocadura del Ebro... y luego pretenden detraer de la misma cuenca decenas de hectómetros cúbicos a través del canal Segarra-Garrigues. Su pretensión de que ese agua sería manejada en cualquier caso dentro de territorio catalán tampoco encaja en las directivas europeas. Una vez más, poner sobre la mesa un proyecto de tales características rompe las reglas administrativas, medioambientales y genera evidentes agravios. Una cuenca es un todo, y sería inaudito que, por ejemplo, se pretendiese evitar la destrucción del Delta mientras se reducen las aportaciones de los afluentes que discurren por Cataluña y se exige a otras comunidades (Aragón, ovbiamente) que, ellas sí, limiten sus consumos para que el agua llegue a Tortosa.

Cabe esperar, por otra parte, que este nuevo envite sobre la cuenca del Ebro no sea objeto ni ahora ni luego de algún tipo de contraprestación política, dado que Cataluña y el Ejecutivo central andan metidos en un complicado juego de desafíos, rechazos... y negociaciones. De momento, en el Consejo del Agua, solo Aragón y los ecologistas votaron en contra de autorizar parte de este evidente trasvase. Sería muy conveniente aclarar las posiciones de cada partido al respecto, exigiendo a instituciones, partidos y colectivos aragoneses unidad, sabiendo lo que se juega una región que encuentra en el agua desarrollo e identidad.