Quienes fueron flamantes candidatos de Zaragoza en Común no se hacían ni una remota idea de la compleja, difícil y frustrante tarea en la que se iban a embarcar. Al hacerse con el gobierno de la capital de Aragón, se toparon con una ciudad mal proyectada y endeudadísima, pero en la que, además, ya estaba casi todo el pescado vendido. Durante los próximos decenios será preciso pechar con el actual modelo bipolar y absurdo: nuevos barrios dormitorio lejanos y desplanificados, y barrios tradicionales en proceso de degradación. Y menos mal que el Centro tiene mucha vida.

En estos dos años, los de ZeC han hecho lo que han podido y sabido. Salieron al ruedo como vaquillas locas, embistiendo a todo lo que les salía al paso. Sin orden ni concierto. Estando en minoría y sabiendo que se les iba a enfrentar gente muy poderosa, deberían haberse esforzado en forjar alianzas, seleccionar objetivos y aplicar una táctica inteligente y cautelosa. No ha sido así.

De ahí que, como por arte de birbibirloque, ZeC se haya convertido en el capacico de todas las hostias y deba responder incluso por las tropelías ajenas. El otro día, el PSOE propuso una comisión de investigación sobre la gestión de los comunes en la depuradora de La Cartuja. ¡El PSOE pidiendo que se investigue la de-pu-ra-do-ra! Triviño y Fábregas se deben estar deshuevando.

El debate sobre la salida del plan de ajuste es una cosa parecida: al alcalde y al responsable de Economía (y Cultura), Fernando Rivarés, los ponen verdes con enorme desahogo portavoces de grupos (salvo Ciudadanos) que han gobernado Zaragoza y cometido errores financieros de enorme calado. Al tiempo, el concejal Cubero afronta una investigación judicial (por un accidente en la Carpa del Oktoberfest, donde... ¿qué culpa tuvo?) y una despiada campaña al respecto, agitada con ferocidad por el PP pero secundada por otros grupos que pretenden convertir un suceso de obvia naturaleza técnica en un caso de corrupción o similar.

Callad negrazas, les dicen los cuervos a las picarazas.