Recurrir al famoso "que viene el lobo" suele funcionar para impresionar al personal y hacerlo reaccionar en la dirección que pretendemos. Pero a nuestro presidente Rajoy no sé si le saldrá el tiro por la culata al hablar del casi certero pacto entre PSOE y Podemos como el origen del mal. La cuestión es que por mucho que la venta rajoniana sea la de que concurren a las generales "con humildad" y con medidas "necesarias e imprescindibles" que han hecho viable la recuperación, el curso político comienza con una asignatura pendiente: la reforma constitucional, que parece que no se va a activar, después de que inicialmente el Ejecutivo no solo no la descartara sino que la contemplara en su programa electoral. Y todo justificándolo con el argumento de que solo se implementaría una reforma si hubiera consenso y si representara "perfeccionar" la Carta Magna y "no abrirla en canal", como considera Marianico que pretende hacer la izquierda. ¿No será que resulta algo molesto afrontar reformas que pueden afear el horizonte popular? En el Senado mismo encontramos la respuesta. Qué sería de los partidos, no solo del PP, si no contaran con una institución como la Cámara Alta para poder buscar refugio y encajar a los viejos mirlos blancos que una vez fueron presidentes autonómicos o alcaldes de villas nobles (leáse Fabra, Sanz, Bauzá, la propia Rudi o Barberá, entre otros). En fin, Mr. President, deje de meter miedo con la posible coalición de izquierdas y céntrese: haga política con mayúsculas.