La discriminación laboral y la brecha salarial de género suponen una evidente deficiencia de la sociedad española, convertida casi en un problema atávico pese a los avances indudables respecto a oscuros tiempos pretéritos. La crisis económica solo ha hecho que agravar la cuestión, como los estudios ratifican un año tras otro. España es el sexto país de la Unión Europea con la mayor diferencia salarial entre hombres y mujeres, según datos de Eurostat del pasado año, con una desigualdad de un 18,8%, casi tres puntos por encima de la media continental. Las mujeres, además, no solo cobran menos, sino que sus trabajos también son de escalas inferiores como demuestra, por ejemplo, su escasa presencia en los altos puestos directivos.

Para intentar paliar esta situación, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad tiene entre manos un programa piloto que incluirá el llamado currículum ciego, o sea sin fotografía, sexo, nombre y apellidos, de alguien candidato a un puesto de trabajo.

No es ninguna idea ingeniosa de la ministra Dolors Montserrat ni de su equipo, porque ya está en funcionamiento en otros países como Francia, Alemania, Reino Unido, Holanda, Suecia y Finlandia. Es, por lo tanto, una buena primera barrera que, sin embargo, puede saltar por los aires en la entrevista que suele seguir a la presentación del currículo.

Nunca debería convertirse este proyecto piloto del currículum ciego en un intento de maquillaje, para cubrir el expediente, que no esté unido a medidas y normativas más determinantes. En ese sentido, el Gobierno de Zapatero, de incuestionable progresismo en políticas sociales, aprobó en el 2007 una ley de la igualdad que se ha quedado en el cajón de los olvidos. Sigue en vigor aunque no está acompañada, bajo el Gobierno conservador del PP, de la voluntad política que emana de ella. Porque resultan necesarios los planes de igualdad en las empresas -cuotas de género- para que, por ejemplo, ya no deba responderse a preguntas referentes a la maternidad en un proceso de selección de un trabajo.

El objetivo ha de ser atacar sin rodeos cualquier brecha de género y otros tipos de discriminaciones laborales que se puedan ejercerse en la selección de personal, como la raza o el lugar de origen, por ejemplo.