Llevamos una semana rasgándonos las vestiduras con las decisiones y declaraciones de Donald Trump desde que ocupa el Despacho Oval. Es un derroche continuo de testosterona y de menosprecio por la casta de Washington, cargada de sutilezas y de miramientos para esconder su naturaleza esencialmente corrupta. Mientras, el Dow Jones alcanzó por primera vez los 20.000 puntos. El mensaje es claro y diáfano: el mercado confía en la recetas de Trump. Ante esta ola fascista no podemos caer en la indiferencia con la que vimos cultivarse el huevo de la serpiente totalitaria en las Europa de los años 30. La gente sensata del resto del planeta no podemos votar contra Trump ni podemos quedarnos de brazos cruzados tachando a sus votantes de fascistas. Nuestra fuerza la hemos de demostrar en el terreno en el que ha planteado la batalla. Si grita «América primero», podemos responder como consumidores con un contundente «América después». Dejemos de beber Coca-Cola, dejemos de comprar a la Ford o a General Motors, demos la espalda a la última entrega de La guerra de las galaxias, abandonemos Google, castiguemos a Twitter y a Exxon y a todos aquellos que se rinden a las exigencias autárquicas de Trump. Recordémosle que esas perversas empresas que producen y venden sus productos en todo el planeta generan unos beneficios con los que se pagan las pensiones de los exaltados del Medio Oeste que le han aupado a la cúspide del poder mundial. Hagamos #BoicotTrump hasta que despierten de la locura en la que les ha metido con sus mentiras. H *Periodista