El jueves se conocieron las cifras oficiales según las cuales el número de desempleados se sitúa, por primera vez en ocho años, por debajo de cuatro millones. Ante esas cifras, en el Gobierno se ha desatado una euforia incontenible y el Partido Popular ha realizado un vídeo triunfalista que roza el esperpento, comparando el descenso de los desempleados de este trimestre con acontecimientos históricos como el primer vuelo en avión, la caída del muro de Berlín o la llegada del hombre a la Luna. Por cierto, es obvio que alguien filtró al PP esos datos antes de hacerse públicos, para que pudiera prepararse el vídeo.

Que descienda el paro es una magnífica noticia, pero lo que no se cuenta es lo que se oculta tras este descenso. Porque sí, se pregona a los cuatro vientos que hay unos trescientos mil empleados más, pero no se dice que la inmensa mayoría de esos contratos son de duración exigua, a veces una sola semana, ni tampoco se informa sobre los emolumentos de los nuevos empleados, que se sitúan en una media mensual en torno a los setecientos euros, menos que uno solo de los jamones ibéricos que gusta saborear el presidente Rajoy cuando viaja en avión oficial a presenciar un partido de la selección de futbolistas españoles o una final de la Champions.

Baja el paro, sí, pero millones de personas no pueden planificar su futuro más allá de los tres meses de contrato, si lo tienen, miles de jóvenes bien preparados y con ganas de trabajar se tienen que marchar a otros países y otros miles cobran salarios tan exiguos que apenas dan para vivir.

Entre tanto, algunos desalmados sin escrúpulos aprovechan la situación para contratar a trabajadores en condiciones de explotación laboral, con contratos legales por cuatro horas que se convierten en ocho reales, y con abusos tan clamorosos que son un delito y una estafa.

Así, las desigualdades económicas crecen año a año, la economía sumergida supone, según el propio Gobierno, el 25% del PIB nacional, y la brecha entre ricos y pobres se amplía de manera indecente e insoportable.

Además, el paro desciende gracias al empleo en la hostelería y la construcción, actividades económicas que generan burbujas que pueden estallar en cualquier momento, una en cuanto descienda el turismo si se estabilizan países ahora con problemas bélicos, y otra si se pincha el globo inmobiliario. El Gobierno saca pecho, pero de invertir y apostar por la investigación, el desarrollo sostenible y la innovación ni sabe, ni contesta ni se lo plantea. Una nueva burbuja.

*Escritor e historiador