Tras cumplir veinte años en prisión -el máximo previsto por la ley de los 167 que le impusieron por las 17 agresiones sexuales de las que se confesó autor— Gregorio Cano salió ayer de la cárcel de Can Brians. En un momento de gran escándalo social tras la sentencia del caso de La manada, su liberación ha causado alarma porque la junta de tratamiento de la cárcel de Brians, formada por un equipo de psicólogos y educadores, considera que existe un riesgo «alto» de que vuelva a violar. Por este motivo, la fiscalía ha ordenado una vigilancia «no invasiva» de Cano por parte de los Mossos d’Esquadra, pero es inevitable que su liberación haya causado conmoción, en especial en las víctimas.

Las estadísticas señalan que el 94% de los condenados por delitos sexuales no reinciden, pero estas cifras tienen escaso peso en la opinión pública en un tema tan sensible como este. Sin embargo es necesarios recordar que la cárcel tiene la función constitucional de la rehabilitación, y que cuando han cumplido la condena los presos tienen derecho a recobrar su libertad. Pero ese 6% de reincidentes generan tanto daño y dolor, y el historial delictivo de presos como Cano es tan largo y cruel (17 agresiones sexuales confesas cometidas entre febrero de 1997 y mayo de 1998 en portales y edificios despoblados de Barcelona, y municipios del entorno) que los llamamientos a la calma suelen caer en saco roto. También se suele olvidar que si un preso liberado no logra integrarse en la sociedad porque se le señala y aparta por su historial, el riesgo de reincidencia es mucho más alto.

La realidad es que el mandato constitucional de la función rehabilitadora de la cárcel choca, de entrada, con la falta de recursos y de personal cualificado que debe tomar decisiones muy complicadas. Conviene recordar, además, que no es razonable exigir la seguridad y el éxito absolutos en la rehabilitación de presos, que dista mucho de ser una ciencia exacta, y que más allá de la vigilancia no invasiva --que no puede perpetuarse sine die’- el sistema no cuenta con herramientas ni instituciones ni legislación con la que tratar casos como el de Cano. Nada de ello servirá de paliativo, por supuesto, en caso de que reincida. Casos como elGregorio Cano tensan hasta el límite las costuras del sistema.